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Vamos a Hablar claro

Por Omar Auton



Dicen que “El hombre propone y Dios dispone”, como no me creo tan importante para que Dios se este ocupando de mi cotidianeidad prefiero decir que “es la realidad, la que dispone”. Llevo unas semanas escribiendo algunos artículos vinculados a la cultura y el pensamiento nacional porque creo que ahí reside “la madre del borrego”, como solía decir mi madre, es ahí donde reside el gran tema del destino nacional, sin embargo en las últimas horas he vivido, como muchos argentinos horas de indignación, incertidumbre, desazón y nuevamente indignación, al ver como una “clase política” sin grandeza ni doctrina nos expone al riesgo inmenso de la disolución nacional, y no puedo quedarme callado.

En los últimos años, de una u otra manera he venido señalando la crisis profunda que campeaba en el Partido Justicialista y con ello en el inmenso riesgo de esterilizar el movimiento nacional de liberación más profundo, doctrinario e importante de América, de aquellos polvos, estos lodos.

La muerte de Perón en aquel infausto 1974, bien llamado “El año de la peste” ya que se llevó también a tres imprescindibles como Jauretche, Hernández Arregui y Alfredo Terzaga, y su mensaje de “Mi único heredero es el pueblo” dejaba instalado un inmenso desafío para toda la dirigencia peronista. El descalabro posterior no fue culpa de Isabel Perón, más allá de sus desaciertos y falta de capacidad de conducción, sería muy hipócrita tratar de ocultar que fue toda una generación, o dos, la que fracasó o no estuvo a la altura de las circunstancias.


Luego, la camarilla Videla-Martínez de Hoz, vino a demostrar que la oligarquía había aprendido la lección del fracaso de la ”fusiladora” en terminar con el peronismo, lo dijo el propio Martínez de Hoz, sabían que mientras hubiera industrias y un empresariado con cierta visión nacional, trabajadores formales y sindicalizados, un movimiento obrero fuerte y organizado y un pueblo que conservaba la conciencia colectiva de ser partícipe de los destinos de la patria, volver a la Argentina preperonista era imposible.

Sin embargo, el modelo global que empezaba a gestarse exigía balcanización de las naciones de Asia, África y América Latina, comunidades desarticuladas y reemplazadas por sociedades individualistas, desorganizadas y desentendidas de los problemas y soluciones comunes, borrar o corromper las organizaciones libres del pueblo y suprimir todo modelo de desarrollo integral basado en los intereses propios de las naciones.

Al servicio de ese proyecto legislaron en materia de apertura de la economía, liberación de la actividad financiera e ingreso de capitales fuera de todo control estatal, achicamiento del Estado desfinanciando a sus empresas y traspasándole sectores privados ruinosos (Ítalo), eliminación o reducción a la menor expresión posible de la acción sindical.

Para ello asesinaron, desaparecieron, proscribieron, hicieron quebrar empresas, provocaron un gigantesco retroceso cultural y educativo y lanzaron a la desocupación y el cuentapropismo a millones de argentinos.


La vuelta de la democracia.-


Ese proyecto se derrumbó, era inviable desde sus inicios, cuando el miedo comenzó a disiparse y comenzó la resistencia encabezada por los sindicatos, luego los organismos de derechos humanos, empezaron las marchas que tuvieron su punto culminante el 30 de marzo de 1982, hecho que se fue gestando en las que iban a la iglesia de San Cayetano, una nueva camada de dirigentes sindicales ocupó el centro de la pelea y el modelo económico se cayó en pedazos.

Los militares quisieron huir hacia adelante y lanzaron el operativo Rosario de recuperación de las Islas Malvinas, exhibiendo una supina ignorancia acerca de la realidad del imperialismo y los intereses comunes de las potencias, creyeron que haber hecho la tarea sucia en Centro y Sudamérica y haberse mostrado dóciles y genuflexos frente a EE.UU les iba a abrir las puertas a una retirada rápida de las tropas, y una administración compartida con Gran Bretaña. Esto también estalló en pedazos.


A diferencia de 1973 cuando la democracia sin proscripciones se logró al calor de la lucha popular y del regreso de Juan Perón, líder indiscutido de los argentinos, de su exilio, esta vez era solamente el fracaso monumental de la restauración oligárquica lo que nos llevaba a las elecciones.

El peronismo no había podido procesar su crisis y el derrumbe posterior a la muerte de Perón, no terminaba de comprender las profundas mutaciones que la canalla dictatorial dejaba, ya que si bien el modelo que quisieron llevar adelante Videla y Martínez de Hoz era y es inviable, lograron herir de muerte a la Argentina que Perón construyó. En su confusión, mezclado con los rencores y enfrentamientos internos, dejó el camino expedito para que el partido que más se asoció a la dictadura, más intendentes le dio, la UCR, llegara al gobierno de la mano del amigo y compañero de estudios del Ministro de Interior del final del gobierno de Isabel y los años más sangrientos de la dictadura, Albano Harguindeguy, quien comía semanalmente durante todos esos años con el nuevo presidente Raúl Alfonsín.

Dividido políticamente entre renovadores y ortodoxos, sindicalmente entre los que acompañaban a Saúl Ubaldini y la vieja guardia encabezada por Lorenzo Miguel y teniendo que procesar el “revolucionarismo” de muchos ex miembros de las organizaciones terroristas que regresaban de su exilio acusando a todos los que no habían podido irse de “colaboracionistas de la dictadura”, fue volcándose hacia una identidad muy liberal democrática, bien ataviada, muy moderna, que en confianza confesaba que había que dejar atrás ideas que ya no tenían vigencia en el mundo global.


Menem y su conversión al neoconservadurismo privatizador, aperturista en economía y desfachatado a la hora de vestirse a la moda, con corbatas coloridas y exhibir autos de alta gama, no fue un traidor individual, fue la expresión de una generación política que aceptaba que “pobres habrá siempre”, que “el costo social iba a ser muy alto pero era necesario” y “había que hacer cirugía sin anestesia”, ese sueño, inviable también se derrumbó en diciembre de 2001. De la Rúa era un gorila, incapaz y ahistórico, pero la crisis del país superaba sus torpezas e inhabilidades.

Importantes sectores de la llamada “cafieradora” o sea el grupo de dirigentes que acompañó a Antonio Cafiero hasta su derrota en la interna, acatando el viejo apotegma que “El que gana conduce y el que pierde acompaña” pasaron a acompañar al riojano en su proyecto, Guido Di Tella, Carlos Corach, Carlos Grosso, e incluso cuando pretendió reformar la constitución de la provincia de Buenos Aires para poder ser reelecto fue traicionado por propios y extraños (UCR) sepultando esa posibilidad.

Apareció una camada dirigencial que dividida en “Celestes” y “Rojo Punzó” solo pulseaban por la mayor obsecuencia con Menem, ninguno cuestionaba las privatizaciones, por ejemplo, o a Domingo Cavallo, casi todos ellos amasaron rápidamente grandes fortunas, inclusive los recién llegados de la UCD.

Pero más allá de la corrupción, el exhibicionismo obsceno, los abrazos con el asesino Isaac Rojas, la pobreza creciente, la desocupación y la extranjerización de la economía, eran asumidos por tirios y troyanos como algo inevitable, un fatalismo propio y necesario, de nuestro ingreso al primer mundo.


La reforma constitucional fue quizás el hecho más vergonzoso y el legado más dañino que dejó este período a las nuevas generaciones. Con tal de obtener la reelección, Menem entregó la autonomía de la Capital Federal, un territorio cedido por la Provincia de Buenos Aires para ser sede del gobierno federal, de legendario cipayismo y unitarismo que costó años de lucha y mucha sangre federalizar, se transformaba en una especie de provincia, transformaba a cualquier presidente de carácter nacional en un “intruso” rodeado de los sectores más reaccionarios, casi al borde de la secesión (Tejedor y Mitre reirían desde sus tumbas).

Pero además se cedió a la oposición un tercer senador, volviendo casi imposible alcanzar una mayoría propia, se derogó la propiedad del Estado nacional de los recursos del subsuelo, dejando en manos de cada gobernador su posible enajenación.

Fue sintomático que ningún convencional del justicialismo llevara un ejemplar del Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, nada más y nada menos que el legado de Juan Perón, su testamento político y eje de una reforma constitucional en 1974, apenas veinte años antes. La traición a su memoria era generalizada.

Si bien logros como el control inflacionario, el acceso al consumo de productos importados, y el bienestar alcanzado por los sectores de ingresos medios y altos, incluso trabajadores, sumado a la mediocridad de la fórmula opositora le aseguraron la reelección, aparecían nubarrones en el horizonte, el terrorismo golpeó dos veces en la mismísima capital dejando centenares de muerte, el hijo del presidente murió en circunstancias muy poco claras, la corrupción y el enriquecimiento de los funcionarios de gobierno eran inocultables.

Agravando esto, la crisis de Brasil, México, los llamados “tigres asiáticos” fue poniendo fin a la “timba” de los capitales golondrina, que llegaban, se pasaban a pesos, los ponían a plazo fijo o bonos y luego volvían a los dólares que volaban a algún paraíso fiscal.

Los países llamados “emergentes” se volvieron peligrosos y nada es más cobarde que el capital, los dólares comenzaron a irse buscando sitios con ganancias menores pero menos volátiles, la convertibilidad comenzó a hacer agua al disminuir la base sobre la que se emitían los pesos, se comenzó a hablar de reemplazar el 1 a 1 del peso y el dólar por una canasta de monedas. El presidente intentaba una segunda reelección, una nueva reforma constitucional, pero también se fugaban las lealtades, no hubo reelección y llegó De la Rúa.


La crisis del 2001 y un nuevo siglo.-


Duhalde había anunciado que de ser elegido presidente se terminaba la convertibilidad, De La Rúa, por el contrario aseguró que se iba a mantenerla rajatabla, que bastaba con poner fin a la corrupción para que todo se enderezara, el establishment económico-mediático y hasta los sectores residuales del menemismo lo apoyaron y llegó a la presidencia.

Era un mediocre, nacido a la política en 1973 que desconocía los tremendos cambios que se habían operado en el mundo, la crisis que se llevaba las experiencias neoconservadoras de Menem, Collor de Melo y otros, fue inclemente con la experiencia radical-neoperonista (el peronismo de Flacso), no hubo megacanje ni blindaje que lo salvara, la imagen del helicóptero y de las decenas de muertes que dejaron atrás no debería ser olvidada jamás por el progresismo.

No voy a detenerme en el caos económico y social de aquellos meses, porque creo que, como hoy en día, la crisis fue política y no económica, la situación económica era y es manejable si hubiera partidos políticos serios, fuertes, arraigados en la comunidad argentina, conducción política y discursos claros en sus dirigentes y organización popular para sostenerlos, no hay nada de eso.

Los partidos políticos habían perdido todo su prestigio, si años atrás en los barrios había “punteros” o referentes partidarios que por lo general presidían la sociedad de fomento, o el club del barrio y canalizaban la participación popular (Decenas de barrios del Gran Buenos Aires tuvieron agua corriente, luz en sus esquinas, cloacas y asfalto motorizados desde los propios vecinos que con el auxilio de estos referentes y los municipios negociaban con las empresas contratistas o la empresa estatal), poco o nada quedaba de eso.

La dictadura sembró el terror a las consecuencias de la participación comunitaria o el compromiso político, por años nadie se atrevía a dar la cara “No te metas, ya sabés lo que les pasó a los de antes” era la frase familiar, esto fue aprovechado por los trepadores y recién llegados que se quedaron con las siglas de muchos partidos.

Pero asimismo esto derivó en un modelo de democracia “delegativa”, el pueblo se limita a votar y son los representantes los que se encargan de la cosa pública, llevando al extremo aquello que “El pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes”, el fenómeno fue claramente fogoneado por las superestructuras partidarias que aprovecharon de este divorcio que los alejaba definitivamente de rendir cuentas a sus afiliados.

Aparecieron las ONG´s y los Centros de estudios, que podían aportar “cuadros técnicos sólidamente formados” y se generalizó el financiamiento privado de la actividad política. Es muy popular una anécdota, cuando se investigaba el llamado “Escándalo de la Chade” célebre hecho de corrupción de la Década Infame y habiéndose difundido que la empresa había sobornado tanto a diputados oficialistas como de la oposición radical, un dirigente radical se apersonó a la presidencia del partido a fin de pedir explicaciones, la respuesta fue “Y que quiere que haga, de donde cree que salió el dinero para esta casa, me lo va a dar Ud.”, desde ese momento a la sede central de la UCR en la calle H. Yrigoyen (vaya afrenta a don Hipólito) es conocido como la casa “de la CHADE”, como vemos nada nuevo bajo el sol.

Todo era explicable, nuestros partidos eran “antiguos”, sus ideas no se adaptaban a la nueva época, había que ser pragmático y no decir cosas que luego iba a haber que traicionar, no hay pruebas que Menem haya dicho alguna vez “Si decía lo que iba a hacer no me votaba nadie” pero no hubiera sonado raro en boca de ningún dirigente.

Desaparecieron las plataformas de gobierno, esas que Perón reclamaba, apenas veinte años antes, que expresaran el modelo de país que proponía cada fuerza política, nació el “transfuguismo” dirigentes que eran electos por un partido y luego se pasaban a otro sin pudor alguno.

Si Alfonsín en 1985 convocó al pueblo a la Plaza de Mayo para “detener un golpe” y luego anunció la “economía de guerra” y apareció Sourrouille con sus planes de “estabilización”, Menem ganó anunciando el “Salariazo y la Revolución Productiva” y se fue con 15% de desocupación y 27% de pobreza.

Si esto no es así que alguien me explique como la UCR sigue exhibiendo cuadros, banderas y remeras con el rostro de Alfonsín que dijo que “Macri era el límite” en los actos de …Macri o porque decenas de funcionarios y militantes menemistas que cantaban la marcha en los actos, hoy son importantes dirigentes de Cambiemos, funcionarios, candidatos a diputados y hasta acompañaron a Macri en la fórmula presidencial de 2019.

Me permito recordar todo esto porque llevamos casi 40 años en democracia y seguimos buscando responsables individuales del fracaso, ese fracaso estalló en diciembre de 2001, no fue la crisis económica, fue el hartazgo, la decepción y la bronca del pueblo argentino con el oportunismo, mediocridad, deshonestidad y descaro de la autodenominada “clase política argentina”.


Dos décadas controversiales.-


Luego del “default” anunciado por Adolfo Rodríguez Sáa, que no fue como se dijo una corajeada o una decisión irresponsable sino el reconocimiento que el país estaba exhausto, su pueblo sin trabajo y con hambre, Duhalde decide salir de la convertibilidad, devaluar y poner en marcha un duro proceso de estabilización de las variables económicas.

El fuerte apoyo de la CGT y los gobernadores, así como la conciencia de que no había posibilidades de seguir en el camino que estábamos fue logrando serenar la economía, se detuvo la corrida al dólar y al detenerse el ingreso de mercaderías importadas comenzó a reactivarse un aparato industrial que si bien estaba parado no había desaparecido.

La aparición de las cuasi monedas (Patacón, Lecop, etc) permitió que la actividad se reanudara y las transacciones comerciales igual, todos decidimos aceptar como “moneda” esos títulos y también se recuperó el comercio, especialmente el minorista.

Convocadas las elecciones para el 2003, el peronismo dirimió su interna en las elecciones nacionales, Menem con los restos de su sector, por un lado, Duhalde luego de las negativas de Reutemann y De la Sota apostó a un ignoto gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner y Rodríguez Sáa fue por su lado.

A su vez la oposición también se dividió entre Elisa Carrió, López Murphy y Leopoldo Moreau, los resultados expresaron la dispersión del voto, sin embargo es notorio señalar que el voto neoliberal o neoconservador que acompañó a Menem y López Murphy de haber ido juntos sumaban el 44% de los votos contra el 35% de los votos de Kirchner y Rodríguez Sáa, lo que los hubiera puesto al borde de la victoria en primera vuelta.

Indudablemente la crisis del peronismo que había abandonado sus banderas históricas y se había desplazado, un sector no menor, hacia el proyecto de la globalización neoconservadora, ponía a la Argentina al borde de una crisis, pese al fracaso de la década del 90, a la desocupación y pobreza que eran récord histórico en el 2002, y a los más de 30 muertos por la represión, un sector importante de los sectores medios y altos de la clase media, los trabajadores de los servicios que se habían beneficiado con la convertibilidad y los que lo veían como el mal menor y no advertían lo que dije anteriormente, que lo que pasó no fue el resultado de la ineptitud de De la Rua, que era un inepto, sino de la crisis de un modelo que estaba muerto, votaron eso.

Si nos pusiéramos a analizar los éxitos y fracasos de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner caeríamos en el coyunturalismo que pretendo evitar. Los números de pobreza, desocupación, actividad económica, salario mínimo, jubilaciones son muy contundentes y favorables, así como el proceso de desendeudamiento virtuoso llevado a cabo.

Al mismo tiempo si consideramos que se llegó al fin del segundo mandato de Cristina con una devaluación del 23% en 2014 e inflación promedio del 25%, un cepo para el dólar y una pobreza que orillaba el 30%, serios problemas en el abastecimiento energético en diciembre de 2013 y una actividad económica que se mantenía pero no crecía, había problemas en el nuevo modelo.

Es que Argentina no modificó en esos años la matriz de exportadora de commodities y de ahí los permanentes conflictos con el campo por los dólares y las ganancias, la actividad industrial necesitaba divisas para los insumos, asimismo al ser fuertemente extranjera remitía utilidades a sus casas matriz, los dólares solo ingresaban si el sector agropecuario liquidaba los que le ingresaban (especialmente el núcleo sojero) y el cuello de botella del desarrollismo volvía a hacerse presente. Hoy estamos igual.

En lo político no hubo transformación alguna, al contrario, Néstor Kirchner, que desconfiaba del aparato político de intendentes y gobernadores puso en marcha la “transversalidad” muy parecida al tercer movimiento histórico de Alfonsín, queriendo superar el peronismo tradicional hasta que comprendió que el núcleo duro de su voto era el del peronismo histórico, quiso impulsar a sectores sindicales de izquierda como la CTA, desconfiando de la “burocracia sindical” hasta que advirtió que la única representación seria, fuerte y organizada pasaba por la CGT.

Sin embargo estos intentos revelaban que, si bien más de izquierda o progresista, predominaba también una idea que el peronismo era cosa del pasado, hasta algún ministro mandó "métanse la marchita en el c…”, las imágenes de Perón brillaban por su ausencia y su lectura quedaba confinada a los nostálgicos. Sólo Eva Perón aparecía en algunas consignas y discursos pero contaminada del setentismo de los Bonasso o Verbitsky que la oponían como revolucionaria al general, milico y facho que había traicionado a la juventud maravillosa.

Esto con Néstor tuvo sus avances y retrocesos, nunca rompió con el sindicalismo o el partido Justicialista, es más lo presidió un tiempo hasta la derrota electoral del 2009, pero luego de su muerte se acentuó la presencia en el gobierno de funcionarios provenientes de un progresismo que mal disimulaba su rechazo por el peronismo. Cristina le agregó una juvenilia que se acercó masivamente amparada en diversos cargos en el gobierno y un “verticalismo” en la conducción que contrastaba con el revolucionarismo setentista.

Más allá de lo que se diga nunca se logró afianzar una hegemonía política que asegurara un rumbo sostenido y de profundización de los logros innegables obtenidos, pruebe de ello es que de nueve elecciones realizadas entre 2003 y 2021 se ganaron cuatro (2005-2007-2011-2019) y se perdieron cinco (2009-2013-2015-2017-2021) y esto en medio de una fractura política de la sociedad que recordaba las peores épocas del antiperonismo, sin la épica popular de esos mismos años.

En este progresismo en boga existe un profundo rechazo a las organizaciones libres del pueblo, sindicatos o movimientos sociales son rivales, cuando no, enemigos potenciales, basado en el esquema del populismo de Laclau se privilegia la jefatura a la conducción, el mandar al persuadir, esto junto al estigma de los “leales” y los “dudosos”, más parecido al criterio de los “incondicionales” y los “críticos” fue generando desgajamientos del espacio original, divisiones, fracturas que motivaron varias de las derrotas mencionadas.

De nada sirve ocultar los serios problemas del Frente para la Victoria de ayer o el Frente de Todos de hoy en la ferocidad del poder mediático, el sabotaje del poder económico o en la reacción frente a una revolución que nunca se produjo.

Cuando en el 2019 se anunció la fórmula Fernández-Fernández, muchos respiramos aliviados, pensamos que había primado la sensatez y el patriotismo de generar una alternativa que permitiera sacar del gobierno a la canalla de cambiemos y empezar a remontar cuatro años de “pandemia” política, Si bien sabíamos que estaban vivitos y coleando los peores síntomas de soberbia, sectarismo y autoritarismo por un lado y la tibieza y superficialidad de cierto peronismo porteño, más progresista y atildado que popular y plebeyo, sus cabezas visibles sabían que estaba en juego el destino del pueblo argentino e, imaginábamos, iban a actuar con la madurez, sensatez y seriedad que la hora requería, por lo visto nos equivocamos.


Volver al punto de partida.-


Así llegamos a mediados del 2022, con una fuerza política desintegrada, con serios enfrentamientos internos, sin una propuesta clara y un discurso convocante y dos líderes que sostienen un debate más propio del Dúo Pimpinela que de dos líderes políticos.

Carecemos de una conducción, tenemos líderes de fracciones o jefes de bandas que disputan un poder sin comprender que están en la cubierta del Titanic, todo ello en un país que exhibe datos macroeconómicos favorables, que ha avanzado en reprogramar su endeudamiento, salido de la recesión y muestra recuperación productiva y comercial , baja en la desocupación y recuperación de parte de la pérdida salarial del 2018/2019.

Seguimos con niveles de pobreza y marginación inaceptables para cualquier peronista, una inflación que corroe el poder adquisitivo de los ingresos familiares y muy serios problemas de gestión de gobierno que agravan temas como la crisis educacional y en seguridad.

Pero el problema central de la Argentina es Político, no existe ningún dirigente político con altura de estadista para conducirnos a su resolución, es una tarea que nos compete a todos los que estemos dispuestos a aceptar ser parte de “Mi único heredero es el pueblo” y tengan el coraje de asir el bastón de mariscal de su mochila para poner en marcha la recuperación del movimiento nacional, popular y revolucionario más doctrinario y vital de América latina.

No hay un recetario de acciones y no tengo ni la capacidad ni la soberbia como para proponerlo, hay cientos de pensadores, intelectuales, militantes, jóvenes muchos de ellos que vienen debatiendo, organizándose, proponiendo. Tenemos un movimiento obrero organizado, fuerte y serio, movimientos sociales forjados en la solidaridad y criterio de construcción colectiva, los líderes son un resultado de la marcha colectiva, los pueblos primero se ponen en marcha y luego eligen a sus conductores.

De todas maneras ahí están los artículos publicados, las charlas y debates producidos, solo hay que buscarlos releerlos o escucharlos, tenemos los libros de Perón para leer y analizar, pero lo central es que cada uno de nosotros se asuma como uno de los miles de predicadores que pedía Juan Domingo Perón en “Conducción Política” para “Alzar su nombre y llevarlo como bandera a la victoria”, el pueblo argentino así nos lo demanda.

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