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meridiano20

Sobre dudas e incertidumbres III

Por Omar Auton


Estaba por empezar a escribir este texto y recordé una frase de Eva Perón dirigida a la

jerarquía de la Iglesia Católica a raíz de los cuestionamientos de ésta al gobierno de Perón, ella les decía en su libro “Mi Mensaje”, “El clero de los nuevos tiempos, si quiere salvar al mundo de la destrucción espiritual, tiene que convertirse al cristianismo. Empieza por descender al pueblo. Como Cristo vivir con el pueblo, sufrir con el pueblo, sentir con el pueblo...Yo no comprendo entonces porque en nombre de la religión y en nombre de Dios, puede predicarse la resignación frente a la injusticia...la religión no ha de ser jamás instrumento de opresión para los pueblos. Tiene que ser bandera de rebeldía”.

Pero hete aquí, que leyendo un libro (1) muy interesante sobre la llamada Teología del Pueblo, corriente pastoral nacida luego del Concilio Ecuménico II y de la Conferencia de Medellín, abrevando también en la opción preferencial por los pobres, pero tomando distancia de la Teología de la Liberación ante la utilización por ésta del marxismo como instrumento de análisis de la realidad, allí pareciera responderse a aquel mensaje cuando dice “La iglesia puede no volverse hacia los pobres, o puede hacerlo desde fuera, desde una actitud de servicio. Trabajar para los pobres, más todavía, entre ellos, y aún con alguno de ellos. Es decir organizar obras para los pobres...y en ocasión incorporar pobres en alguna obra...Es un modo bueno, puede, a menudo ser muy valioso, pero no toma el modo propio, específico de lo que sería una Iglesia del Verbo encarnado. Porque su maestro, señor y camino se volvió hacia los hombres no desde afuera, sino encarnándose” y agrega “Entender a los pobres como pueblo, cómo sujeto colectivo de una historia, significa descubrir y reconocer que ellos portan un ethos cultural propio...apuesta siempre a la esperanza, aún en las experiencias límite"...Pero ¿cómo comprender esto sin insertarnos en el mundo de la vida popular y conocer sus valores, sin tratarlos personalmente y conocer sus historias de vida?


Estos textos exigen un proceso de “inculturación” es decir abandonar los análisis doctorales o de laboratorio, científicos, pero que observan al pueblo como un objeto de estudio, poniendo distancia, asumiéndolo como un ethos diferente al nuestro y reemplazarlo por vivir con y en el pueblo, comer como él, dormir como él, trabajar como él, sufrir cómo y con él, acompañar e incorporar un “alma” y una actitud frente al mundo propia de ser parte de él, y él es entendido , se distingue de la masa, “porque presupone un sujeto colectivo capaz de generar sus propios procesos históricos”, entendiendo que la primera condición para pertenecer a un pueblo es asumir la necesidad del otro, el hacer carne que solo hay un destino si se es parte de un todo y ese todo es el pueblo.

Si reemplazáramos la palabra religión, teología o cualquier referencia pastoral, por “peronismo” estaríamos encontrando la llave para abrir la puerta a un camino de reconstrucción doctrinaria de nuestro movimiento, y en esa posibilidad, en ese camino, vive la esperanza de un futuro mejor para todos, a eso me referiré en este artículo.

Me atrevo a afirmar esto porque si el cristianismo debe la crisis de fe que vive como institución “Iglesia”, contra la que libra una batalla conmovedora Francisco, debido al clericalismo, o sea al desgastar sus energías en el “adentro”, hablando, actuando y viviendo solamente para los que son parte de ella institucionalmente, eso, salvando las distancias, es lo mismo que le ocurre a la política argentina en especial y muy especialmente al peronismo. Si el papa reclama que quiere “Pastores con olor a oveja”, el peronismo necesita militantes y dirigentes con olor a pueblo, con los zapatos sucios de la tierra de los barrios.


Hace rato que sostengo que la crisis del peronismo comienza allá por 1983, quizás había

síntomas luego de la muerte de Perón, cosa natural en los movimientos de liberación cuando muere su conductor y fundador, pero la derrota electoral frente a Alfonsín, permitió a muchos dar por finalizada la etapa movimientista, clausurar toda hipótesis de transformación y encerrar toda la acción política dentro del Partido Justicialista, sepultando la definición del propio Perón cuando dijo que lo central era el movimiento y que el partido no era más que un “instrumento electoral”.

Perón no fundó un partido político, lo que hizo fue hablar con empresarios, sindicalistas,

militares, productores agropecuarios, escucharlos y a partir de ahí proponer caminos y llevar

adelante realizaciones. Hizo un cambio central estratégico en la forma de pensar la economía, en lugar de poner al capital en el centro, como hacen el liberalismo y el marxismo, puso a la persona, al ser humano, convencido que es el trabajo, por ende el trabajador, el que crea riqueza, el que da origen al capital y en consecuencia es desde ahí donde debe pensarse su doctrina.

Al 17 de octubre no lo convocó el Partido Justicialista, ni existía siquiera, lo hicieron esos

sectores sociales para defender al hombre que encarnaba ese proyecto que, por primera vez no solo los contenía sino que los ponía en el centro del pensamiento y las acciones a desarrollar, cuando Perón les hablaba lo entendían, porque antes él los había escuchado, sentían que les hablaba a ellos.

Perón recorrió el país, el de ese entonces, en tren, en auto, pueblo por pueblo, aunque muchas de esas realidades las había conocido en su vida militar y en todos lados primero escuchó y luego habló.

En su libro Conducción Política, pidió “miles de predicadores”, que salieran a caminar los

barrios, los pueblos, a hablar con los compatriotas, mientras tanto hablaba todas las semanas con la conducción del movimiento obrero y los instaba a unirse, a constituir gremios fuertes, a afiliar a todos los trabajadores, sus palabras claves fueron Predicar y Organizar.

Cuando llegaron las elecciones armó un partido, partido que cambió varias veces de nombre, para contener en esa estructura a los militantes radicales, socialistas, anarquistas que se volcaban a acompañarlo y que fue su instrumento electoral.

Cuando los locales fueron denominados “Unidades Básicas” no fue por un tema semántico, fue porque se las pensaba como las células primarias del tejido organizacional, ahí se ordenaban las inquietudes de cada barrio, de cada pueblo, se debatía, se daba información, los “dirigentes” de la “Básica”, eran hombres o mujeres del barrio, conocidos por sus vecinos y conocedores de la realidad del lugar, trabajaban normalmente en conjunto con la Sociedad de Fomento o el club del barrio (donde se juntaban todos, inclusive los no peronistas), en las décadas del 50 al 70, la iluminación de calles, asfalto, cloacas, agua corriente, etc., nacían en estos lugares, y el “referente” solía visitar casa por casa para lograr apoyo a los proyectos.

Esto era parte principal de la “Comunidad Organizada”, a la que se sumaban los sindicatos y la CGT (para los trabajadores), la UES (para estudiantes secundarios) la CGU (Para estudiantes universitarios) la CGP (Confederación General de Profesionales) y hasta hubo intentos de agrupar a los intelectuales. El criterio era que la gente convergía a través del barrio, del colegio, de la universidad o el trabajo a conformar el entramado de la comunidad toda.


Bueno es recordar que esto no fue invento o creación de Perón, el pueblo argentino había ido creando muchas de estas organizaciones, lo podemos resumir en “ante un problema o necesidad común, nos juntamos y lo resolvemos en común”, un caso paradigmático fueron los famosos “Hospitales de Comunidad” y mutuales, creados por las colectividades inmigrantes a medida que se instalaron en el país (Hospitales Británico, Español, Italiano etc.).

Esta organización popular perduró aún después de 1955, ante la imposibilidad de tener las

Unidades Básicas, los compañeros se juntaban en el club de barrio (a jugar a las cartas o

escuchar los partidos) o la sociedad de fomento, de esos líderes barriales y de los sindicatos fue naciendo la “Resistencia” que logró traer de regreso al General Perón y hacerlo de nuevo presidente.

El golpe del 24 de marzo de 1976, se hizo para destruir todo eso, se clausuraron los clubes de barrio, fueron desapareciendo las sociedades de fomento, los referentes barriales se llamaron a silencio ya que cada reunión en una casa podía significar la cárcel o la muerte. Lo mismo pasó en los colegios y universidades y la destrucción del aparato industrial resquebrajó por su base el poder de los sindicatos.

Es sintomático que, recuperada la democracia, vueltos a funcionar los partidos políticos, no

hicimos ningún intento por reconstruir, con las adecuaciones lógicas, por el cambio de los

tiempos, la organización popular, la dirigencia peronista se dedicó a rearmar el “partido” y dejó de lado la reconstrucción del Movimiento Peronista, reconquistamos una democracia formal, con libertades públicas, derecho a elegir, elecciones periódicas, libertad de empresa periodística, donde “El pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes” pero renunciamos a la democracia participativa, donde el pueblo es parte activa de las decisiones de gobierno, que es lo que Perón introduce en “El Modelo Argentino para el Proyecto Nacional”, que nos legara en 1974, tan olvidado hoy por gran parte de la dirigencia.


Si bien ya lo he sostenido en anteriores artículos, la dirigencia que toma la conducción del PJ a partir de la autodenominada “Renovación” en primer lugar sepulta toda idea movimientista, a partir de denominaciones como “mariscales de la derrota” y del cuestionamiento al sindicalismo en forma general, así como de la idea que los dirigentes y candidatos debían ser elegantes, bien trajeados y “que no se comieran las S” cuyo significado en realidad era renegar de los dirigentes territoriales, sindicales y sociales, el Justicialismo como partido devino en una estructura conformada por abogados, ejecutivos medios de algunas empresas (Socma por ejemplo), y tecnócratas, esto en Capital Federal.

En la provincia de Buenos Aires se dio un fenómeno parecido, con algunas diferencias, Cafiero estaba acompañado por viejos y probados dirigentes, pero también de algunos cuadros medios de Montoneros, que habían regresado al país o que habían simpatizado con la Tendencia, antes del 76, salvo Macaya que conocía a fondo la provincia pero falleció trágicamente, muchos desconocían la provincia, había un “tufillo” muy socialdemócrata, aunque no juzgo su gestión, esto explica que siendo el candidato natural para las presidenciales del 89, a apenas un año de asumir como gobernador y pese a controlar el aparato partidario, pierde las internas frente a Menem, por casi 10 puntos y es derrotado, incluso, en la provincia de Buenos Aires.

Lo que los unificaba era el discurso “democrático”, había que ir a la alternancia democrática, con dos partidos principales, uno más a la “derecha” y otro más a la “izquierda” el primer espacio lo ocuparía el radicalismo y el segundo el peronismo, con períodos de gobierno alternados entre uno y otro y una sana convivencia parlamentaria. Se aceptaba a libro cerrado la herencia de la dictadura, deuda externa, leyes de obediencia debida y punto final, leyes como las de inversiones extranjeras si se tocaban era para flexibilizarlas aún más, alineamiento internacional “occidentalista” (algunos más proclives a EE.UU y otros más europeístas), y por sobre todo comienza a aparecer la corrupción ya no como desvíos de algún funcionario o grupo de ellos sino como mecanismo de financiamiento de la actividad política.

Era obvio que esto no iba a funcionar y esto generó crisis tras crisis, los intentos de hacer más liberal y “antipopulistas” las gestiones, expresadas en las candidaturas de Menem y Angeloz, terminaron en la catástrofe del 2001, asimismo comenzaba un enojo generalizado con la política ya que se comprobaba que la famosa frase de Alfonsín que con la democracia “se curaba, se comía y se educaba, era una falacia. Desde la restauración democrática la pobreza nunca bajó de un 25% es decir de uno de cada cuatro argentinos, con picos de 41,3 en 1990, 57,5 en el 2003, y el 40%en 2021.


Pero para todo esto ni siquiera el Partido Justicialista funcionó institucionalmente, desde 1989 Menem lo mantuvo inactivo ya que no podía hacer su “giro Copernicano” hacia el neoliberalismo y el abandono de la doctrina peronista con debate partidario y el kirchnerismo lo descalificó con motes como “pejotismo”, en su afán transversalista por conformar un partido progresista, moderno, de “izquierda” sumado a su desconfianza y rechazo a los “barones del conurbano”, gobernadores poco confiables y sindicalismo tradicional, no había lugar para otra cosa que obediencia absoluta al o la “Líder”, todo lo demás había que construirlo de nuevo, pero ni eso se hizo.

¿Cuanto hace que no hay elecciones internas para elegir la conducción del PJ?, al menos en

CABA, Pcia. de Buenos Aires y a nivel nacional, ni siquiera en los municipios, ¿Cuánto hace que en las PASO se “baja” cualquier lista que no sea la decidida por la “conducción”?, ¿Cuánto hace que las Unidades Básicas, salvo las que son mantenidas por funcionarios de gobierno, o fondos que provienen de organismos del Estado, están cerradas o se limitan a dar apoyo escolar o actividades para jubilados?, ¿Cuánto hace que abandonamos los clubes de barrio, las sociedades de fomento no existen, y no promovemos ninguna forma de organización popular?

El pueblo se sigue organizando, comedores en los barrios populares, cooperativas, pero son

iniciativas espontáneas de la gente o promovidas por alguna parroquia u organización social, el Partido Justicialista, sus dirigentes, al menos mayoritariamente, hace décadas que no gastan sus suelas ni ensucian sus zapatos en las barriadas humildes. Las agrupaciones universitarias son apéndices de algún dirigente o negocian con los radicales o los liberales, en las elecciones universitarias, cargos por claustro en elecciones donde los estudiantes ni se acercan a las urnas salvo que la votación sea obligatoria, de las escuelas secundarias ni hablemos.

Un Partido Justicialista sin Movimiento, sin organización popular y social es un cuerpo sin

alma, un peronismo transformado en un partido más del sistema, de la partidocracia, es una

traición a Perón y su doctrina.

Pero dicen que en el pecado está la penitencia, si hemos llegado a esto si hemos llegado a esta situación con dirigentes que hace años no toman un subte, un tren o un colectivo, que no visitan una barriada si no les aseguran una “militancia” que los ponga a salvo de cualquier situación desagradable, sin anclaje en los barrios y sectores de la comunidad, sin respeto por las provincias argentinas, hace décadas que los candidatos son, salvo contadas excepciones, porteños o de la Pcia de Buenos Aires, la salida es desandando el camino que nos llevó hasta aquí y reconstruir el Movimiento Peronista con las herramientas que nos enseñan, Perón, nuestra historia y la experiencia de estos cuarenta años de democracia.

Hoy el peronismo no tiene conducción, los gobernadores cuidan sus provincias y observan el panorama nacional, los intendentes hacen lo propio con sus territorios, los sindicatos con sus espacios, nadie tiene la fuerza suficiente para intentar algo más.

Hablemos claro, los “líderes” visibles conducen más por su capacidad de destrucción que de la que tienen para construir, el kirchnerismo tiene una representación importante, construida desde la memoria de mejores tiempos vividos, el manejo de presupuestos jugosos de los estados nacionales y provinciales, ser el único que tiene una líder indiscutible y la presión que ejercen sobre intendentes y gobernadores diciendo “o manejamos la lapicera o te hacemos una lista y vamos por afuera”, hoy nadie gana holgadamente una elección si el peronismo va dividido menos aún, por ende desafiar el planteo genera el riesgo de perder las elecciones frente a Cambiemos o de victorias a lo “Pirro” que dejarían un Concejo Deliberante o Legislatura tan partida que sería imposible gobernar, prefieren asegurarse la elección, un número de concejales o diputados provinciales y a otra cosa.

Los demás sectores adolecen de los mismos vicios y, en general recurren lo mismo al poder que otorga manejar recursos del Estado en un país donde el 70% del presupuesto se gasta en transferencias, gran parte de ellas a las provincias y fuera de él los fondos fiduciarios y de

afectación específica corren la misma suerte.


Estamos en un año electoral, en los próximos meses vamos a definir quiénes van a gobernar en los próximos cuatro años, muchas provincias ante la deprimente situación nacional, optan por adelantar sus elecciones y “cuidar la quinta”, es comprensible, el peronismo a nivel nacional afronta tres opciones:

1) Conformar una fórmula competitiva, construir un discurso racional y tratar de ganarlas.

2) Resignarse a perder las presidenciales pero ganar la mayor cantidad de provincias posibles, especialmente Buenos Aires, y lograr la mayor cantidad de bancas en el senado y diputados para enfrentar una restauración oligárquica y liberal.

3) Salir tercero y exhibir el mayor fracaso electoral de su historia condenando, además, al pueblo argentino a cuatro años de atraso e ignominia.

En cualquiera de esas opciones, es necesario a) debatir las causas de esta crisis ideológica y doctrinaria del peronismo, b) hacerlo entre todos los peronistas, sin otras definiciones, sin prejuicios ni preconceptos, nadie es el dueño de la verdad, c) comenzar a organizarnos por cada barrio, comuna, provincia, colegio, universidad, sector o lugar de trabajo, es el camino a recorrer.

Es un camino largo y difícil, pero el que proponga soluciones de corto plazo o sin esfuerzos es un mentiroso y un farsante, tenemos que “amigarnos”, no puede ser que siga la intolerancia y el sectarismo entre peronistas, no estamos para servir a ningún dirigente, son ellos los que tienen la obligación de escucharnos y acatar nuestro mandato, es a partir de nuestra doctrina, nuestra identidad y nuestra historia que vamos a encontrar los caminos, no hay tiempo para resignación, derrotismo o depresión, no son tiempos para indecisos o generaciones “de cristal”.

Hacerlo es necesario, imprescindible, pero además es útil en cualquier circunstancia que

vivamos con las elecciones:

a) Si ganamos estando organizados y decididos vamos a controlar la acción de quienes ejerzan cargos y podemos evitar los papelones, conventillos y desaguisados cometidos en “nuestros” gobiernos.

b) En las otras dos opciones esa organización va a hacer posible enfrentar y derrotar cualquier intento de someter al pueblo argentino y a la patria a su disolución, al hambre y a la marginación, sí, mayor aún que la que sufrimos hoy.

En cualquiera de las opciones, nuestra patria no tiene destino sin más y mejor peronismo, es

nuestra obligación, aflojar o desertar en esto es traición.

Muchos se preguntarán ¿pero cuales son los debates que debemos encarar, los desafíos para los que nos tenemos que preparar? eso lo vamos a ir definiendo y aprendiendo en los diálogos con el pueblo argentino a lo largo y a lo ancho del país, me permitiré hacer un aporte, el aporte de un militante más, de un compañero que no reniega de su responsabilidad como dirigente.

(Continuará)


Bibliografía.-

1) “El Papa Francisco y la teología del pueblo”; Rafael Luciani; Buenos Aires; 2016

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