Por Omar Auton
La tragedia que vive nuestra patria tiene su origen en la instalación en 1983 de un sistema de democracia formal, con elecciones periódicas, partidos políticos, libertades públicas, pero donde el concepto de democracia representativa fue llevado a un extremo patológico, el del total divorcio entre los “representantes” y los “representados”, a tal punto que, como lo hemos venido describiendo, ningún legislador o gobernante se siente obligado por sus compromisos de campaña electoral, o por la historia y doctrinas de la fuerza política por la que accediera a sus cargos.
Es por ello que si algo está claro es que el pueblo argentino ha manifestado claramente su hartazgo total con el sistema democrático como lo hemos conocido en estos 40 años, un nuevo “que se vayan todos” como en el 2001 y la fuerza que sostiene a Milei nace no sólo del deseo de muchos sectores de “algo diferente”, y por ende, brindándole paciencia y espera pese a la brutalidad y salvajismo de un ajuste que multiplica la pobreza y la exclusión, sino del rechazo absoluto a la posibilidad que retorne al gobierno la misma clase política que ha defraudado al pueblo argentino.
Por ende, independientemente de organizarse y responder a la crueldad social del plan de gobierno en marcha y recuperar en valor ideas como la Justicia Social, la solidaridad, la soberanía nacional, es menester diseñar una propuesta, una serie de ideas que puedan despertar el interés, la expectativa y la confianza en un camino diferente.
En el capítulo anterior y en este, estaremos proponiendo temas para debatir en el ámbito de la organización política, así hablamos de los partidos políticos, como han sido vaciados de contenido hasta convertirlos en sellos de goma y de cuál sería el camino para empezar a recuperarlos como espacio de discusión de los grandes temas nacionales.
Ahora bien, eso es imposible sin avanzar decididamente en acercar a la población a los lugares de definición de los rumbos y de los lugares de decisión. Esto nos lo propuso Perón en su Modelo Argentino, pero la dirigencia peronista guardó bajo siete llaves esta obra así como la mayor parte de su pensamiento después de su muerte, esta es la Democracia Social de la que nos hablaba (y que no tiene nada que ver con la socialdemocracia europea).
En los últimos años el antiperonismo ha producido diversos engendros a fin de licuar el poder de los llamados “Barones del conurbano” (sí con “B” larga, no tiene contenido de género), furiosos por su imposibilidad para, hasta ahora, ganar las elecciones en esta zona, especialmente en la Tercera Sección Electoral. Entre estas “propuestas” una muy repetida es la de dividir municipios como La Matanza.
La idea que voy a proponer está en las antípodas de aquellas, no creo necesario dividir municipios y menos con la mezquina idea de “repartir achuras”, lo que quizás sea necesario es avanzar en una mayor descentralización de la gestión de gobierno a través de la figura de las Comunas, un sistema que ya existe hoy día por ejemplo en CABA, Córdoba y Entre Ríos.
Córdoba en la ley 8102/91, establece en su artículo 188 la creación de comunas en “poblaciones estables de menos de 2000 habitantes” y nacen a iniciativa de un núcleo de habitantes del lugar, estableciendo como es el procedimiento. Dándole atribuciones por ejemplo del ordenamiento urbanístico, edilicio y de fraccionamiento de tierras, realización de obras públicas, salubridad, higiene y saneamiento ambiental, establecimiento de pavimento, agua corriente, alumbrado público, protección de los recursos naturales.
Son administradas por una comisión de tres miembros elegidos por voto directo de los vecinos y la participación vecinal es por medio de asambleas ordinarias y extraordinarias (para estas basta con la firma del 20% de los vecinos).
En Entre Ríos el régimen de comunas está reglamentado por la Ley 10.644/2018 y establece la posibilidad de creación de las mismas en “Todo centro de población estable, que en una superficie de setenta y cinco ((75) kms. cuadrados, contenga entre cuatrocientos (400) y mil quinientos (1500) habitantes, las subdivide en comunas de primera y de segunda categoría según la cantidad de habitantes y ambas categorías tienen personería jurídica propia y autonomía política, económica, administrativa y financiera y además de las funciones sobre tierras públicas y de ordenamiento territorial, y a través del ejecutivo autoriza la realización de obras públicas, la prestación de servicios públicos, puede delegar o concesionar la prestación de estos últimos”, y en su artículo 26 se habilita a la Comuna a “Promover en la Comuna la participación activa de los vecinos y de las organizaciones intermedias”.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la organización de las comunas tiene su origen en la Ley 1777, la Ciudad está dividida en 15 comunas y en su artículo 3 inc a), establece que esta ley tiene como finalidad “Promover la descentralización y facilitar la desconcentración de las funciones del gobierno de la ciudad, preservando su integridad territorial” y en su art. 4, dentro de los “principios generales para la gestión pública descentralizada” incluye en su inc. e) la “Gestión Pública Participativa”.
Son sus funciones:
“La planificación ejecución y control de trabajos de mantenimiento urbano de las vías secundarias…La elaboración participativa de su programa de acción y anteproyecto de presupuesto anual” y en forma concurrente con el Poder Ejecutivo “La participación en la planificación, prestación y control de los servicios…la decisión, contratación y ejecución de obras públicas…la fiscalización y poder de policía sobre usos del espacio público…la evaluación de demandas y necesidades sociales en su ámbito territorial” etc.
En todas estas normativas se prevé la asignación presupuestaria, y en algunos casos la posibilidad de cobrar algunas tasas.
Lejos de mi intención está hacer un trabajo académico o intelectual sobre las comunas, ni se agotan en lo expuesto, seguramente, las experiencias de organización comunal que seguramente existirán en otras provincias con sus particularidades y características, sino simplemente dejar aclarado que esta forma de organización no es una entelequia sino una realidad vigente hoy en el territorio nacional.
Podría mencionar incluso, que estas formas de organización popular tienen nacimiento en experiencias previas a la colonización española, por ende, aquilatan una pureza de origen y un arraigo histórico indiscutible.
En ninguna de estas experiencias aparece contradicción o conflicto alguno con la organización municipal, nadie quiere crear nuevos municipios o subdividir los existentes, sino de avanzar con la descentralización de la gestión y fomentar la participación popular en la toma de decisiones.
En alguna época en los barrios del conurbano existían las sociedades de fomento, los vecinos se reunían allí a debatir sobre los problemas y necesidades del barrio y luego iban a ver a algún concejal o bloques de concejales para llevarles las inquietudes, me consta que, en la zona de Quilmes Oeste, y en los años 70 por este camino se avanzó en el asfalto, cloacas, agua corriente y alumbrado,
Por un momento hagamos un juego de imaginación, si el peronismo recuperara su memoria y su doctrina y pusiera la recuperación de diversas formas de organización popular, las celebradas (por ahora solo en los discursos) Organizaciones Libres del Pueblo, como las Sociedades de Fomento o Asociaciones Barriales, que como antaño, podrían funcionar en los clubes de barrio, y ahí los vecinos podrían dialogar acerca de las necesidades de la zona, incluso del funcionamiento de las escuelas públicas, los centros de salud y la seguridad.
Si en todos los municipios existiera la descentralización en comunas, esas necesidades se trasladarían allí y, por ejemplo, los vecinos podrían exigir que se incluyeran obras en la discusión del presupuesto participativo, o inclusive podrían resolverse allí mismo cuando no tengan contenido económico.
Cuando el concejo deliberante del municipio discuta el presupuesto general, va a tener el insumo irreemplazable de las necesidades de las distintas comunas y las prioridades expuestas por estas. Es más, permítanme imaginar cuanto se simplificaría la elaboración de los presupuestos provinciales si los “equipos técnicos”, valorables por cierto, tuvieran sobre la mesa la carpeta de las distintas intendencias y comunas.
Pensemos en varias ventajas:
a) Nadie podría alegar desconocimiento de las demandas y necesidades de cada barrio, comuna o intendencia, ya que le llegarían detalladas y hasta presupuestadas.
b) Los vecinos dejarían de sentir que las decisiones se toman lejos de sus expectativas, en alguna oficina del burócrata de turno.
c) La participación de la comunidad sería un instrumento invalorable para recuperar sentido de pertenencia e identidad con el barrio y la comuna, habría un lugar de encuentro, superando el individualismo esterilizante, y encima un lugar de decisión real.
d) Los partidos políticos podrían tener un semillero inestimable de cuadros militantes, probados en la gestión y consustanciados con la realidad de la zona o región.
e) Sería más fácil de controlar la corrupción, ya que los propios vecinos saben (mejor que nadie, por cierto) cual puede ser el costo real de pintar una escuela, pavimentar una calle, alumbrar calles, etc.
f) Habría un control más estrecho sobre el accionar policial y los problemas de seguridad.
g) Elaborar proyectos municipales o provinciales sería mucho más fácil en la medida que se cuenta con propuestas, ideas y cientos de grupos de vecinos que “trabajan” para alimentar los “equipos técnicos”.
h) Sería más sencillo elaborar las listas de candidatos a concejales, diputados provinciales, senadores provinciales y paulatinamente irían desapareciendo los “desconocidos de siempre”, los hombres y mujeres comprometidos que trabajan todos los días por sus barrios saldrían del semillero de las Sociedades de Fomento o Comunas.
i) La elección por voto directo y la incorporación de la revocatoria de mandatos, iniciativa popular, etc., asegurarían un control más efectivo sobre los funcionarios públicos
Uno podría preguntarse ¿pero si es tan sencillo y tan beneficioso, por qué no se hace? o se la elude como se hace en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde se ha desvirtuado el mandato constitucional de esta forma de organización. En la Ciudad de La Plata existe la figura del “delegado comunal” pero hace décadas que no se lo elige por el voto de los vecinos, sino que los pone el intendente “a dedo”, lo que conduce a que a la mayoría no los conozca nadie, no se sepa dónde están o donde atienden a la gente.
Hace unos años se instaló fuertemente en los ámbitos académicos la discusión acerca de las reformas administrativas, de cómo superar los modelos del Banco Mundial y los tristemente célebres Consensos de Washington y avanzar en mejoras en la eficacia y eficiencia de la labor estatal y la calidad de las políticas públicas, esto se dio tanto en el Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo (CLAD), como en el ámbito local en los Congresos Nacionales de Administración pública organizados por la Asociación Argentina de Estudios de Administración Pública (AAEAP) y fue creciendo paulatinamente la idea de la descentralización de la gestión.
En estos ámbitos se partió de la idea que ello permitiría 1) acercar la definición de las políticas públicas a la ciudadanía, 2) generar mecanismos de democracia directa como el presupuesto participativo y 3) generar un control más directo sobre la eficacia de las políticas y la transparencia en las decisiones, objetivos que comparto y me parecen acertados.
Pero ¿Qué pasaría si al modelo existente le agregamos la participación de las organizaciones de la comunidad (asociaciones de comerciantes, colegios profesionales, asociaciones empresarias, sindicatos)?, en ese caso estaríamos avanzando en modelos reales y alcanzables de Comunidad Organizada.
Creo profundamente que el voto del pueblo argentino en las recientes elecciones no expresa la convicción generalizada en que hay que hacer desaparecer al Estado, dinamitar toda forma de organización colectiva o comunitaria o simpatía por la eliminación de la educación o la escuela pública. Estoy convencido que expresó el rechazo terminal con una clase política que usó las estructuras del Estado para su provecho, las vació de contenido o las hundió en la decadencia (la educación es un claro ejemplo). En el 2001 hubo una advertencia, el estallido popular expresó el hartazgo con una democracia que había incumplido con las promesas de su recuperación, con ella no se comía, no se educaba y no se curaba.
Se instaló en la conciencia ciudadana la idea de una corrupción generalizada que llevó a que muchos dirigentes ostentaran niveles de vida incomprensibles para sus antecedentes laborales, se mudaran a barrios privados, todo ello a partir de los negociados con las obras públicas, la sanción de las leyes y la gestión cotidiana de su labor.
Nuestro pueblo no va a prestar atención a ninguna propuesta que implique el regreso de esa dirigencia al gobierno, aunque esté sufriendo la crueldad sin límites de Milei y su ejército de trolls y de fanáticos. Tenemos la obligación de construir una propuesta que rescate la experiencia de los gobiernos populares, recupere su identidad y la escala de valores que Perón tan bien expresara en las 20 verdades peronistas, y que contenga una forma de organización de la cosa pública que instale al hombre y la mujer común en el centro de la elaboración de las políticas públicas, su ejecución y su control.
He tomado experiencias parciales, elaboraciones académicas, propuestas existentes sólo se trata de leer “La Comunidad Organizada”, “El Modelo Argentino para el Proyecto Nacional”, recuperar el trabajo teórico de cientos de pensadores del campo nacional, reunir todo eso y elaborar una propuesta superadora hacia futuro. Ha llegado la hora de escuchar el mensaje de las urnas, el hartazgo de nuestro pueblo, la demanda que lleva implícita su “voto bronca”, pero también de escuchar a los que hace años vienen advirtiendo que el rumbo tomado no solo era equivocado sino que era antinacional, antipopular y nada peronista.
Solamente un peronismo que sea auténticamente federal, rescatando las experiencias de las provincias y municipios, incluso (o principalmente) en su conducción, auténticamente “peronista”, recuperando su identidad histórica profunda (ya que no somos “progresistas” ni “de izquierda”, somos peronistas y por ende, revolucionarios, no “socialdemócratas conformistas”) y visceralmente popular, esto es incorruptible en el manejo de los dineros públicos, logrará reconstruir sus lazos con el pueblo argentino.
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