Por Omar Auton
En el artículo anterior hemos analizado la política cultural de los primeros gobiernos peronistas, a riesgo de parecer redundante y ante críticas recibidas de algunos compañeros y amigos quiero insistir en que nadie, en su sano juicio, puede desconocer la cantidad de escuelas construidas, edificios para facultades de la UBA, la Ciudad Estudiantil, la eliminación de exámenes de ingreso o la gratuidad universitaria, pero esto es sólo un aspecto de una política cultural, el aspecto “educativo” digamos, pero aún en este terreno la no revisión de los contenidos y programas de estudio permitieron que no existiera un correlato con la gigantesca obra revolucionaria del gobierno.
Por otra parte, si fue correcto no responder a las elites oligárquicas y antinacionales con otra elite, de carácter peronista, digamos fue un gran error dejar en manos del nacionalismo oligárquico la oferta de una alternativa cultural o no apoyar la aparición de cientos de editoriales, autores y artistas, claramente del campo nacional, desde el Estado como para llevar la revolución también al campo de las ideas.
Luego de 1955, estos autores que a pulmón habían producido libros, filmes y revistas pagaron con la cárcel (Jorge Newton, Hugo del Carril y otros) o el exilio, el diario la Prensa fue intervenido en noviembre y la mayor parte de sus trabajadores sindicados como peronistas, despedidos, en esos días circuló una carta exigiendo la restitución a sus dueños originales, en esa carta autodenominada “Comisión Nacional pro liberación del diario La Prensa”, a algunos que no la firmaron como Borges, Fatone, Mallea o Ricardo Rojas, Adolfo Bioy Casares los denosta por “cavilosos, medrosos o simplemente miedosos" (1).
Pocos días antes de su caída Perón había apoyado la conformación del Partido Socialista de la Revolución Nacional (PSRN) que alcanzó a publicar algunos números de Lucha Obrera, su periódico, donde escribió Elías Castelnuovo, hasta que fue clausurado y su director arrestado.
Los hermanos Tullio y Bruno Jacovella, publican Mayoría, donde apareció por primera vez Operación Masacre de Walsh, y aparece también Columnas del Nacionalismo Marxista, dirigido por Eduardo Astesano y donde escribirían, entre otros, Fermín Chávez, Arturo Sampay y John William Cooke.
Así como surgieron, a puro esfuerzo, así se mantuvieron vivas las voces más importantes del pensamiento nacional en aquellos tiempos terribles, pensemos que la persecución no se limitó a nuestro país y sus pensadores, en Chile, aunque ambos eran comunistas, Pablo de Rockha en su libro “Neruda y Yo”, se lanza ferozmente sobre el futuro premio Nobel afirmando “El vínculo entre Neruda y el martirizador de trabajadores y sus “mazorcas”, demuestra la ligazón, por debajo, obscura, tenebrosa, subterránea, entre el peronismo que ha cerrado la prensa popular y democrática y ha encarcelado a los líderes de los trabajadores y el nerudismo de Neruda”, hoy el progresismo de “izquierda” celebra a ambos autores y calla, cómplice, semejantes bajezas.
Aquí pasaron cosas similares, la vocación por la delación cobarde y el ataque al caído en desgracia no es nueva, Silvio Frondizi acusaba a José Gabriel de “Obsecuencia y servilismo” por haber comentado el libro “La Razón de mi vida” e Ismael Viñas firmaba un texto que prefiero transcribir “Hubo intelectuales que, como José Gabriel, César Tiempo y otros más, que se pasaron con armas y bagajes al peronismo institucional, a ocupar ciertos lugares muy jodidos y muy represivos. ¿Quién se acuerda de la etapa represiva de Marechal y de los profesores que fueron echados de la universidad cuando él era Secretario de Cultura?, ahora es un santo, no sé de qué”(2).
Largo sería enumerar la barbarie y brutalidad de la Revolución Libertadora, sin embargo no podemos soslayar que mientras se proscribía al peronismo, se fusilaban militares y trabajadores en basurales, se robaba el cuerpo de Eva Perón, se intervenía la CGT o se derogaba una Constitución Nacional por un bando militar, Aramburu y Rojas, contaban con el asesoramiento de la Junta Consultiva donde estaban Oscar Alende, Zavala Ortiz, Juan O. Gauna y Oscar López Serrot por la UCR, Luciano Molinas, Horacio Thedy y Julio Noble por la Democracia Progresista y Alicia Moreau de Justo, Nicolás Repetto y Américo Ghioldi por el socialismo, entre otros y en la UBA era rector José Luis Romero acompañado por el marxista Risieri Frondizi, y más tarde al Movimiento Humanista, de origen católico que en 1962 entronizó a Julio Olivera y en 1965 a Hilario Fernández Long
La universidad expurgada de nacionalistas, de todo pelaje, y de peronistas, vio aparecer a fundaciones como la Ford o Rockefeller que aportaban donaciones y se permitió conformar lo que se dio en llamar una “Isla democrática”, mientras los trabajadores podían ser encarcelados o asesinados, perdían sus conquistas, y sus sindicatos eran intervenidos, aquí se podía estudiar a Marx o a Gramsci, Malraux o Maurois, Sartre y el existencialismo.
Si el estudiantado y muchos profesores fueron la avanzada de la reacción antiperonista y guardaron unánime silencio frente a los crímenes de la dictadura, la alianza duró poco, Hernández Arregui lo describe así “Pronto la unidad estudiantil sufrió el colapso provocado por la cuestión religiosa. La caída de Perón convirtió la vuelta de la oligarquía al poder... en la expulsión de los profesores católicos y su reemplazo por la izquierda liberal” (3).
Esto estalla en 1966, la autodenominada Revolución Argentina interviene la UBA y expulsa a palos a los profesores disidentes, la clase media descubre la brutalidad policial, la censura y la intolerancia medieval del integrismo católico.
Nace a raíz de estos acontecimientos un proceso de importancia capital y muy poco estudiado que tendría una influencia clave en la política cultural de Perón a su regreso al poder en 1973, que significó un giro de 180° respecto de sus primeros gobiernos, de eso nos encargaremos más adelante.
En esos años se producen varios sucesos que abrirán un proceso diferente a todo lo conocido, en primer lugar comienza un fenómeno que se dio en llamar de “nacionalización de las clases medias”, por un lado la democracia proscriptiva de Frondizi e Illia habían demostrado el fracaso de los viejos partidos para resolver las necesidades populares, los golpes de 1962 y 1966 así lo habían demostrado y los jóvenes empezaban a revisar el decenio peronista, el Concilio Vaticano II y luego la Conferencia de Medellín provocaban una eclosión en el seno de la iglesia que buscaba enlazar la religión con el pueblo y la identidad de los pobres como alma misma de aquél y finalmente la revolución cubana pone en cuestión todo el pensamiento y praxis de la izquierda tradicional.
Esto encuentra un ámbito especial en la universidad, Alcira Argumedo dirá que “paradójicamente el gobierno de Onganía había hecho más por una politización real del estudiantado que los 50 años de la reforma” (4),
Aritz Recalde en “Intelectuales, Peronismo y Universidad” lo describe así “La noción de “politización real” era la contracara de la “politización ideal” en la que vivían los miembros de la Universidad desde 1955” y destaca que Argumedo “no desconoce los aspectos perjudiciales que trajo aparejada la intervención de 1966. pese a ello destaca que la prohibición de las actividades políticas de los estudiantes y de los docentes universitarios había sido aplicada desde 1955. La autodenominada Revolución Libertadora instituyó un sistema político caracterizado por la represión política, la desigualdad social y la censura cultural sobre la mayoría de los argentinos” (5), los estudiantes y profesores sufrían en carne propia lo que los trabajadores y el pueblo argentino venían sufriendo desde once años antes.
Argumedo destaca que “El cogobierno universitario impulsado desde 1956 respetando los parámetros de democracia definidos por los golpistas y sus socios civiles...una especie de ficción de democracia universitaria, atendiendo a la situación de un país inmerso en una cruenta dictadura. (6)
Ya a partir de los 60, comenzaron a aparecer las obras de Ramos, Pepe Rosa, Fermín Chavez, Puiggros, Jauretche, Hernández Arregui, Scalabrini Ortiz, en las librerías, y ante la sorpresa de muchos comenzaron a venderse de manera inusual, empezaron los debates entre marxistas y católicos, si había católicos preconciliares como Julio Meinvielle que manifestaba que el marxismo era parte de la revolución anticristiana impulsada a nivel mundial por los rusos y la banca judía estadounidense, el sacerdote jesuita uruguayo Juan Carlos Zaffaroni publicaba “Marxismo y Cristianismo” buscando dar un debate desde la obra del propio Marx.
El dato más interesante es la aparición de un número importante de autores que, rompiendo con la “academia” soviética y los manuales de “materialismo histórico” pretenden recuperar el pensamiento marxista para reinterpretar la realidad latinoamericana y argentina sin anteojeras. Pasaba que si la mismísima Revolución Rusa, como ya lo mencionáramos en una nota anterior, contradice el dogma que el socialismo nacería como resultado de las contradicciones propias del capitalismo, en los países más desarrollados, esto se agudiza en aquellos años.
La Revolución China, el socialismo panarabe, los movimientos de liberación del sudeste asiático y la propia revolución cubana en América, fusionan el nacionalismo antiimperialista propio de los países coloniales con el socialismo en la búsqueda de un camino propio hacia el.
En la Universidad de Buenos Aires “profesores como Gonzalo Cárdenas, Justino O’Farrel, Miguel Masciano, Conrado Eggers Lan o Carlos Mastrorilli, nacionalizaron el pensamiento universitario y sirvieron de enlace entre los estudiantes y el peronismo” (7). En octubre de 1965 y en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA se produce el emblemático debate entre cristianos y marxistas con Carlos Múgica y Guillermo Tedeschi por los primeros y Fernando Nadra y Juan Carlos Rosales por los segundos.
Surge un movimiento de extraordinaria importancia, las llamadas “Cátedras Nacionales”, a las que podemos referenciar con la aparición, el 1 de noviembre de 1968, de la revista “Antropología del 3er Mundo”, subtitulada a partir de su número 6 como Revista de Ciencias Sociales, la que desde su primer número, según la obra de Aritz Recalde, “Desde la elección misma del nombre hay una definición explicita que resalta la búsqueda de la originalidad académica...proponía nuevos parámetros de legitimidad para la producción intelectual. El conocimiento científico tenía que diferenciarse de la mera imitación de los contenidos y las funciones del conocimiento provenientes de Europa, la Unión Soviética o Estados Unidos”.
De esta experiencia surgen figuras como Amelia Podetti, Alcira Argumedo, Enrique Pecoraro, Horacio Gonzalez, Gunnar Olson, Guillermo Gutiérrez, Fernando Álvarez, Juan Pablo Franco, Norberto Habegger, Rolando Concatti, Roberto Carri, además de los mencionados Eggers Lan, O’Farrel o Mastrorilli. Este movimiento sumado a la obra de los revisionistas históricos y pensadores citados anteriormente conmueve, como nunca, las bases mismas del pensamiento oligárquico dominante.
Paralelamente la sociedad argentina se conmovía ante estallidos populares como los de Corrientes, Rosario y el Cordobazo, que veía marchar juntos a la clase obrera y el estudiantado universitario, con victimas como Santiago Pampillon, Bello y Cabral, que se sumaban a Mussi, Retamar y Mendez, caídos frente a la represión ordenada por el gobierno radical de Arturo Illia de actos por el 17 de octubre o las primeras desapariciones como el caso de Felipe Vallese.
Es en ese contexto que se produce el regreso de Juan Domingo Perón a su patria, el fin de la dictadura y el regreso del peronismo al gobierno con las elecciones del 11 de marzo de 1973, sin embargo comienza a abrirse una nueva crisis cuando sectores de esta clase media y de los intelectuales que se habían “peronizado” en estos años llevados, unos por un pensamiento marxista que pretende instalar un “clasismo” que confronta al concepto movimientista y policlasista, propio de los países del tercer mundo y desde su visión “científica” deciden que las fuerzas armadas y la burguesía nacional han dejado de existir y por ende la alianza de 1945 ya no es viable sino que se impone un tránsito acelerado hacia el socialismo bajo la conducción exclusiva de la clase trabajadora.
Otros, que coinciden en mucho con la idea antes descripta, influenciados por la revolución cubana y el “foquismo”, pregonado bajo el concepto que el único camino hacia la revolución es la lucha armada, derivan hacia ella e irán a terminar a partir de la soberbia y militarismo de sus conducciones en el terrorismo, el enfrentamiento con Perón y por ende con el pueblo y los trabajadores organizados, que concluirá en un baño de sangre y la dictadura genocida iniciada el 24 de marzo de 1976, pero el análisis de esto no es el tema central de este trabajo.
Perón designa al frente de la ex UBA, que pasa a llamarse Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires, a Rodolfo Puiggros y de la Editorial Universitaria de Buenos Aires a Arturo Jauretche, Rogelio García Lupo y como sindico a Norberto Galasso, esta editorial publicara una colección denominada “América Latina, unida y libre” con obras dedicadas a las revoluciones encabezadas por Salvador Allende, Omar Torrijos, Juan Velazco Alvarado y Juan Perón, que vende 280.000 ejemplares en solo dos meses. Se crea el Instituto del Tercer Mundo Manuel Ugarte, se sanciona una nueva ley Universitaria que convoca a las universidades a” incluir en sus estatutos formas de articulación concreta con las provincias, los municipios, la CGT, las empresas e instituciones científicas”.
Por si esto no fuera un giro clarísimo, histórico, buscando incluir a la Universidad en el proyecto del pueblo la nueva ley universitaria legalizo la libertad de cátedra, introdujo cursos libres, mantuvo el cogobierno, pero ahora cuatripartito al incorporar a los trabajadores no docentes, permitió a los estudiantes participar en los concursos docentes, mecanismo de acceso de estos a los cargos y agregaba el derecho a la carrera, la dedicación exclusiva y la estabilidad en el cargo. Asimismo, se inició una revisión de los textos y programas de estudios de los tres niveles educativos.
De los integrantes de Antropología del Tercer Mundo y las Cátedras Nacionales, Justino O’Farrel fue designado decano de la Facultad de Filosofía y Letras, Eggers Lan, director del Departamento de Filosofía, Gutiérrez, interventor de la carrera de Antropología y en otros cargos a Olsson, Wilner, Franco y Argumedo y otros decanos como Testa y Kestelboim provenían del pensamiento mas nacional y popular de la medicina o el derecho.
Este intento choco rápidamente con la deriva antiperonista de la juventud peronista de las regionales que respondía a Montoneros, esta organización pretendió convertir a la universidad en su “territorio liberado” y base para enfrentarse con Perón, muchos ultraizquierdistas que antes de las elecciones de marzo de 1973, coreaban “Ni votos ni botas, fusiles y pelotas” y llamaban al voto en blanco, cantaban ahora, fervorosamente la marcha peronista a la que incluso se permitieron desfigurar agregando estrofas que el pueblo nunca entono.
Perón tuvo el tacto y la inteligencia de no responder a las provocaciones y pese a que tuvo que aceptar la renuncia de Puiggros designó en su lugar a hombres como Ernesto Villanueva (que al asumir con 28 años fue el rector más joven de la UBA), Raúl Laguzzi o Vicente Solano Lima y a Jorge Taiana en el Ministerio de Educación, todos ellos fuertemente comprometidos con el proyecto del presidente de re-vincular a la universidad a la revolución peronista, de construir una verdadera universidad NACIONAL, o sea como eje del aporte intelectual y científico al proyecto justicialista.
Lamentablemente a la muerte del general Perón el 1 de julio de 1974 el enfrentamiento feroz del terrorismo de izquierda por un lado con un emergente de bandas criminales como la triple A, tuvo en esta idea revolucionaria una de sus víctimas principales. Montoneros había arrastrado a sus organizaciones de superficie a una alianza con las autodenominadas Juventudes Políticas junto a la UCR y los viejos aparatos de la izquierda gorila como el Partido Comunista, el partido Socialista, etc., sin embargo también en el terreno universitario habían visto declinar aceleradamente su representación y capacidad de movilización luego del enfrentamiento del 1 de mayo de 1974 con Perón, por lo que ingreso al enfrentamiento de cúpulas y superestructuras que alimentaron el clima de violencia que justificaría, en parte, el golpe del 1976.
Isabel Perón contribuyo notablemente al fracaso de la política universitaria iniciada el 25 de mayo de 1973 al designar a un troglodita como Ivanissevich, medico prestigioso, sin dudas pero que había pasado sin pena ni gloria por el ministerio de educación entre 1948 y 1949. En su discurso del Teatro Colon llevaría a Ramos a escribir “Su anacronismo es de tal magnitud que exigiría el relevo inmediato de un funcionario capaz de enunciarlo...El ministro de Educación ha atacado sin atenuantes a tres sectores, los estudiantes, los profesores y los maestros...no creemos que haya muchas personas en el mundo actual capaces de citar como una autoridad en materia de investigación científica (ni de ninguna otra) al ex presidente Richard Nixon”.(8)
Si pretender excluir a las universidades de la investigación científica para “derivarla a las empresas privadas”, comenzar descontando haberes a los docentes en conflicto o despotricar que “las universidades habían caído víctimas del internacionalismo materialista” era un disparate, designar como rector de la UBA a Alberto Ottalagano que ingreso al edificio de la calle Viamonte con una ametralladora israelí bajo el abrigo completaba el dislate y se transformaba en el brazo derecho de un abrazo asfixiante, que tenía al terrorismo como brazo izquierdo, que liquidaría la experiencia más avanzada y profunda de una política educativa y universitaria que desplazara a la oligarquía de los textos y las mentes de los niños y jóvenes argentinos.
El General Perón comprendió sus errores de los primeros gobiernos y volvió decidido no solo a no repetirlos sino a corregirlos, a agregarle a la revolución social y económica que pretendía llevar adelante una revolución cultural y educativa que completara la obra y consolidara el destino independiente de la patria.
Los posteriores gobiernos peronistas no solo no reiniciaron el camino revolucionario que quedo pendiente sino que oscilaron entre la tibieza reformista o la directa traición a sus ideales, no pueden quedar dudas que la patria no tiene destino ni su pueblo alcanzara la justicia y la dignidad sin retomar y llevar a la victoria las banderas de la Soberanía Política, la Independencia Económica y la Justicia Social, pero eso será imposible sin instalar un modelo cultural auténticamente nacional que nos devuelva la identidad popular que nos escamotearan los aparatos culturales de la oligarquía y la izquierda colonial.
Es un desafío que tenemos pendiente los que nos decimos peronistas, sin nuevos aditamentos, rescatar a Perón de oportunistas, falsificadores y revisionistas, retomar la lucha de generaciones enteras de pensadores y hombres y mujeres de la cultura que no son aislados sino que muestran un continuo histórico coherente que he tratado de mostrar, sin pequeñeces ni sectarismos, aprovechando la riqueza de la diversidad y como decía Ramos “Hacia un nuevo Ayacucho, pero esta vez definitivo”.
Bibliografía. -
1)” Hijos del Pueblo”; Guillermo Korn; Edit. Las Cuarenta; Buenos Aires; 2017
2)Ob. Cit
3)” La Formación de la Conciencia Nacional”; Juan José Hernández Arregui; Penia lillo, Edit Continente; Buenos Aires;2004
4)” Intelectuales, Peronismo y Universidad”; Aritz Recalde; Edit. Punto de Encuentro; Buenos Aires;2016
5)ob.cit
6)Ídem
7)Ídem
8)” Adiós al Coronel”; Jorge Abelardo Ramos; Ediciones del Mar Dulce; Buenos Aires; 1982
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