Por Omar Auton
El ascenso del Yrigoyenismo al gobierno en 1916 coincide con grandes cambios a nivel global, son los años de la I Guerra Mundial que hunde los viejos imperios europeos (Turco, Austrohúngaro y Zarista), se consolidan Francia y Alemania como potencias europeas y aparece en el horizonte el primer estado nacional, industrial y de carácter continental, advertido por Ratzel, como lo hemos visto, los EE.UU. Al mismo tiempo se produce la revolución rusa, Lenin, Trotsky y la generación revolucionaria, forjada a partir del fracaso de 1905, rompen con los apotegmas de Marx sobre que el socialismo iba a ser la consecuencia de la crisis del capitalismo en los países centrales, su superación, y construyen el primer estado proletario en la región mas atrasada de Europa.
Todo esto repercutiría en los intelectuales de toda América, como vimos ya había aparecido una corriente de ideas en estas tierras que cuestionaban no solo el modelo decadente del roquismo en agonía en términos políticos, reclamaban una democratización mas amplia incluso, o especialmente en el terreno de las ideas. La reforma Universitaria de 1918, que mencionáramos en el artículo anterior fue un hecho de alcances continentales.
Si bien Córdoba no escapaba a los cambios que se habían producido en el país y de una región puramente pastoril y artesanal había devenido en un emporio ganadero y agrícola, “con una pequeña burguesía enriquecida en las profesiones, el comercio, las manufacturas y la producción agropecuaria, ese conjunto heterogéneo de extranjeros-150.000 en el censo de 1914- y de hijos y nietos de italianos, españoles, franceses y alemanes, de apellidos no consagrados, ansiaba ahora quebrantar el monopolio oligárquico de la educación superior” (1).
La Casa de Trejo era manejada con mano férrea por la “Corda Frates”, una hermandad clerical semisecreta, y el Arzobispado, era un reducto del catolicismo mas intolerante e inaccesible para esos nuevos sectores medios, plebeyos. Esto que venía siendo cuestionado hacia años, estalló en 1918.
Quiero recomendar un libro de Roberto A Ferrero, “Saúl Taborda, de la Reforma Universitaria a la Revolución Nacional” ya que en él son magníficamente visibles, a partir de la biografía de ese gran argentino y pensador nacional, Saúl Taborda, también “desaparecido” de los claustros educativos por el liberalismo, el oligárquico y el de izquierda, los entrecruzamientos entre una generación de argentinos que coinciden y disienten, comparten publicaciones, cátedras y grupos, viajes de estudios a Europa, corrientes filosóficas, y se enfrentan duramente, sin embargo todos ellos expresan un auténtico pensamiento nacional y esa capacidad de enojarse y “reconciliarse” sin caer en la condena descalificatoria debería servirnos de ejemplo en las actuales circunstancias.
Es que se trató, al decir de Haya de la Torre, de “la revolución latinoamericana por la autonomía espiritual”, así lo expresaban en su Manifiesto Liminar, donde se dirigían a “Los hombres libres de Sudamérica” y decían “Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre la revolución, estamos viviendo una hora americana”.
Estos jóvenes reconocían las influencias de la Generación del 900 y de la del Centenario, Ugarte, David Peña, Lugones, Ricardo Rojas, Manuel Gálvez, coincidían en rechazar las ideas de la ciudad-puerto, denunciaban el drama de la balcanización, la búsqueda de una cultura propia, la reivindicación del federalismo provinciano y, algunos de ellos, de los propios caudillos. No es casual que cuando Taborda publica “Reflexiones sobre el ideal político de América” sea un roquista entrerriano, Osvaldo Magnasco, quien como diputado había cuestionado el sistema educativo, especialmente en su nivel secundario por “carecer de vinculación con la realidad social y económica del país” y denunciado la administración de los ferrocarriles en manos británicas, quien dijera “ América no contaba desde hace un cuarto de siglo con una obra de similar envergadura, trascendencia y significado histórico”. Estas cosas son las que no entienden los “progresistas” que flojos de papeles en su formación y conocimiento de la historia argentina siguen identificando al roquismo con la oligarquía sin reconocer los claroscuros de toda etapa histórica.
Cuando los sucesos de Córdoba llegan a Buenos Aires y en particular a la Universidad de la Plata, a diferencia de la Universidad de Córdoba, el adversario no es el integrismo católico sino “ La Oligarquía liberal, positivista y cientificista” (2), allí viaja Taborda y se encuentra nada mas y nada menos que con otro cordobés como Carlos Astrada (Otro de los ideológos de “La Comunidad Organizada”).
Sin embargo, el radicalismo encontraba sus límites, concluido el primer gobierno de Yrigoyen llega Alvear y cambia el contenido y la filosofía del gobierno, el Yrigoyenismo expresa el ascenso social de las clases medias en proceso de nacionalización y moviliza a los sectores mas dinámicos de esa pequeña burguesía junto a las masas criollas contra “El régimen” y busca democratizar la renta de la colonia próspera no cuestiona ni se propone cambiar el modelo colonial en sí mismo y ahí comienzan los problemas.
Con Alvear vuelve el protocolo de la levita y se fortalece el llamado “antipersonalismo” aparece un diputado llamado Tamborini que “bautiza con el nombre de “genuflexos” a los radicales que se mantienen fieles al ideario democrático del Yrigoyenismo” (3), Córdoba es gobernada por Julio A. Roca (h), ambos se harán celebres por su lealtad a la reacción antinacional y la sumisión a Gran Bretaña, surgen la Unión Popular Católica Argentina y aparece la Liga Patriótica que fundara la juventud dorada de la oligarquía para asesinar obreros y organizar el primer progrom de nuestra historia, durante la Semana Trágica.
Es que, al decir del propio Taborda “Muchos miembros de la burocracia académica apoyaron la Reforma, mientras esta se mantuvo dentro de los límites de la Universidad, pero se le opusieron en cuanto trató de cambiar la formación de la juventud desde las raíces mismas...entonces, como aconteciera en el Colegio Nacional de la Plata, se convirtieron en reaccionarios feroces” (4).
No olvidemos que a Yrigoyen le costó acceder a la presidencia, pese a haber ganado las elecciones, en la UCR convivían lo mejor de los sectores medios y populares con la dirigencia formada en tiempos de los 90, en la Unión Cívica, con Alem y Bartolomé Mitre, empeñados en derrocar a Juárez Celman y la generación del 80, eran unitarios, porteños y expresaban a la vieja Argentina, autodenominados “antipersonalistas”, se propusieron “poner las cosas en su lugar” abandonando las orientaciones mas plebeyas y populares de Don Hipólito, rodearon a Marcelo T. De Alvear, callaron en 1930, traicionaron la abstención electoral apenas fallecido el caudillo de Balvanera y fueron parte de la corrupción y la venalidad de la Década Infame, así siguen en la actualidad.
Yrigoyen regresa al gobierno en 1928, ya estaba anciano, cansado, no tenía respuestas para la crisis mundial que comenzaba a repercutir en la Argentina, se derrumbaba un modelo y el país factoría sufría las consecuencias con inflación, caídas bursátiles, capitales evaporados en la especulación y pobreza creciente, en 1930 cayó un sistema mundial y el gobierno de Hipólito Yrigoyen.
Muchos de los jóvenes reformistas se hicieron golpistas como Deodoro Roca, que no vaciló en calificarlo de “Déspota ridículo, doblado en apóstol”, la Federación Universitaria de Córdoba exclamaba “ Verguenza para los que han contribuido al incondicionalismo, practicando ciega obediencia a un hombre”, los sectores medios, intelectuales, nunca se caracterizaron por su capacidad para mirar por sobre la altura de sus ombligos, descargaban en Yrigoyen la responsabilidad colectiva de su fuerza política para generar un programa que superara la mera lucha por la democratización de la renta oligárquica, su revolucionarismo no había ido mas allá de su lucha contra el positivismo, el atavismo clerical y su acceso a los cargos públicos y de gobierno, la Argentina de la “Belle Epoque” moría y con ella las aspiraciones de estos sectores, venía “El Sexto Dominio” y con el se barajarían de nuevo las cartas y empezaría otra historia.
Una década infame pero fragua de pensamiento.-
Gran parte del pensamiento nacionalista adhirió al golpe de Uriburu, ganados por una combinación de nacionalismo (aunque de patria chica), cristianismo integrista y rechazo a la influencia de las masas migrantes, pero el sueño que habían mamado en su formación filosófica europea se desvaneció rápidamente, el golpe verdadero tenía detrás los intereses de la vieja factoría agraria, conmovidos por la crisis metropolitana, las caída de las bolsas, especialmente en Nueva York que arruinó a muchos especuladores locales, veían hundirse el viejo esquema de proveedores de alimentos a Gran Bretaña, esta se cierra en el Commonwealh y la potencia emergente no nos necesitaba.
La caída del yrigoyenismo va a escindir a los sectores universitarios de la vieja guardia reformista, en agosto de 1932 se va a llevar a cabo un Congreso de la FUA en Buenos Aires, el mismo fue presidido por Héctor J. Cámpora y se aprueba un programa que propone retomar el camino hacia un socialismo “puro”, rechaza tanto a Agustín P. Justo como a Yrigoyen por “burgueses” y abandona el antiimperialismo y la denuncia a la oligarquía devenida ahora, para ellos en “burguesía”.
Taborda y otros que conocieron estos documentos y posiciones crean en setiembre del mismo año FANOE (Frente de Inspiración del Nuevo Orden Intelectual) donde convergen desde Taborda y Carlos Astrada hasta Jordán Bruno Genta, desde Alberto Baldrich a los hermanos Francisco y José Luis Romero tanto así que según Sanguinetti “fue ahogada en germen por sospecharsela derechista” y para Alberto May Zubiría era “Una tribuna del pensamiento izquierdista”.
Es que era tal la pobreza o, lisa y llana ausencia, de un pensamiento nacional y crítico que Ramón Doll describiría aquellos días diría, “Comprendo como es de agónico, de mortal, de decadente, este momento intelectual argentino (corría 1933). Todos sudan, hacen esfuerzos por decir algo y parece muerte sobre muerte, hedor sobre lo que hiede” ya en 1930 había dicho que “ Jamás en país alguno, las clases cultas y la inteligencia viven y han vivido en un divorcio igual con la sensibilidad popular” (5).
Mucho antes, Taborda, decepcionado de Alvear y del segundo gobierno de Yrigoyen, ante las primeras acciones del gobierno de Uriburu lo definiría como una “paleontología surgida contra la vida” pero lo explicaría diciendo que “El pueblo, con su intuición había comprendido que la “intelligentzia” carecía de las condiciones necesarias para comprender sus vivas aspiraciones...el yrigoyenismo como fenómeno de masas no aportó ideas, como fenómeno irracional y romántico carecía de ellas. Era deber de los hombres de ideas comprender y elevar su nivel de conciencia política, pero la intelectualidad argentina había desertado de esa tarea, la responsabilidad es toda del intelectualismo que rehuye su comprensión”.
Me detengo en estos hechos porque creo que atesoran varias señales clave para comprender nuestra historia, por un lado la ceguera de la izquierda que o bien era un remedo vergonzoso de la socialdemocracia europea, portuaria y racista o bien derivaba hacia un “ultrismo” ciego que perdía de vista la lucha antiimperialista y desconocía el carácter semicolonial de la Argentina, esto seguirá siendo así hasta la actualidad.
Por otra parte la intelectualidad incapaz de comprender los fenómenos de masas y jefaturas caudillescas de los países como los latinoamericanos, huían de su responsabilidad, se encerraban en sus cenáculos y despreciaban “la ignorancia de las masas” que no los escuchaban, incapaces de ver en su alienación cultural que eran ellos los que no comprendían ni descifraban el rumbo de los pueblos, esto, con gran parte de la “Intelligentsia” seguirá siendo así hasta la actualidad.
El sexenio alvearista vio a muchos de los integrantes de esa generación estudiando en Europa, Taborda estudiará filosofía en Marburgo (Alemania) adonde llegara en esos mismos días Nimio de Anquin a estudiar filosofía neokantiana con Cassirer. Por parís anduvieron los hermanos Irazusta estudiando a Maurras, Astrada también viaja a Alemania con una beca de la Universidad de Córdoba, a estudiar a Husserl, Heidegger y Scheler.
En 1927 había fundado junto a otros jóvenes reformistas la “Unión Latinoamericana” que había adherido a los cuatro mandatos de haya de la Torre : 1) Acción Conjunta contra el imperialismo, 2) por la unidad política, por la supresión de la explotación del hombre por el hombre, por la nacionalización de las industrias y el reparto de la tierra, 3) por la internacionalización del canal de Panamá y 4) en favor de todos los pueblos oprimidos del mundo.
En esos años, además coincidiría con Lugones y con Coriolano Alberini en la crítica al parlamento que había bloqueado las iniciativas de Mosconi para nacionalizar el petróleo y en su camino coinciden con hombres como Corvalán Mendilaharzu uno de los primeros revisionistas en revisar a Rosas y al Chacho Peñaloza, Alejandro Bunge que luchaba por un desarrollo industrial autónomo, Manuel Ortiz Pereyra que ya hablaba de la “Independencia económica” y de la necesidad de una “Tercera emancipación”.
Sería imposible resumir en pocas páginas la riqueza y cantidad de sucesos y corrientes que formaron a aquella generación, hijos de consagración de la democracia política, comienzan a advertir los obstáculos a la autonomía nacional, Taborda incluso denuncia al latifundio y el modelo agrario, abrevan en las nuevas ideas antipositivistas y se encuentran con la necesidad de recuperar las formas culturales propias, generadas por el pueblo y las tradiciones hispánicas y criollas. Al mismo tiempo no pueden desembarazarse del pasado y de la cultura dominante, el cordobés que como dijimos denuncia el latifundio...¡Defendia a Rivadavia y su ley de enfiteusis!, pero así es la vida y la historia.
Frente a la claudicación del nacionalismo oligárquico que apuesta al fascismo en auge en aquellos tiempos, incurriendo en el mismo repetido error de la izquierda, buscar soluciones para los problemas argentinos y latinoamericanos en el pensamiento europeo, denuncian al socialismo por abrazar un pensamiento ajeno a nuestra historia y tradición pero pueden abrevar en Maurras o Primo de Rivera, Taborda funda la revista Facundo, retomando la reivindicación de David Peña de 1904 y publica su célebre “Meditación de Barranca Yaco”, impulsando sus ideas del “facundismo” y del “Comunalismo federalista” que encuentra en la tradición hispánica.
En esa misma época aparece una organización de radicales yrigoyenistas, que venían trabajando disconformes con el “Alvearismo”, Jauretche, del Mazo, Dellepiane, Homero Manzi al que engrosan luego, a partir de 1935, muchos otros jóvenes y esa agrupación se llamó FORJA.
Un año antes, en Buenos Aires, aparece “La Gazeta de Buenos Aires” fundada por dos intelectuales nacionalistas, Pedro Juan Vignale y Lizardo Zia, donde junto a notas de Armando Cascella y Rodolfo Irazusta aparecen trabajos de Saúl Taborda y las que manda desde Alemania, donde se había exiliado luego de participar en la revolución radical de 1933, Raúl Scalabrini Ortiz, quien colaborará también en “Señales” otra revista que aparece en 1935.
Astrada, recién llegado a Buenos Aires es designado jefe de publicaciones de la Universidad del Litoral y luego profesor adjunto de Historia de la Filosofía Moderna y Contemporánea de la Universidad de Buenos Aires. Scalabrini regresa a Buenos Aires en 1934 y se acerca a los jóvenes de FORJA y continúa la obra de denuncia del carácter colonial de la Argentina que había iniciado en su exilio en el Frankfurter Zeitung, el único periódico alemán que nunca llegó a estar totalmente controlado por el régimen nazi.
Para terminar, nada mejor que una sentencia del propio Ramos “Mientras Europa pasaba de la crisis a la guerra, la Argentina exportadora se hundía lentamente en el pantano de la Década Infame. El fraude electoral, la corrupción de los partidos y la indiferencia política de las grandes masas definían la época. Pero en el horizonte se insinuaba la era del peronismo”, en la obra de muchos de estos patriotas se irían forjando muchas de las ideas que ahí desembocarían.
Bibliografía.-
1)”Saúl Taborda, de la reforma universitaria a la revolución nacional”; Roberto A. Ferrero; Alción Editora; Córdoba; 1988
2)”Vida de un político Argentino”; Gabriel del Mazo; Edit. Plus Ultra, Buenos Aires 1976
3) Roberto Ferrero Ob. Cit.
4) Ídem
5)”Revolución y Contrarrevolución en la Argentina” T°IV, “El sexto dominio”; Jorge Abelardo ramos; Edit. Plus Ultra; Buenos Aires; 1972
6)”El movimiento obrero argentino frente al golpe de Estado de 1930; Diego Abad de Santillán; Revista de Historia N°3, Buenos Aires; 1958.
7) Roberto Ferrero. Ob.Cit.
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