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meridiano20

Cultura nacional. Alpargatas y libros IX

Por Omar Auton


“Ningún proceso revolucionario digno de tal

nombre puede legitimarse ante la historia

si deja intacta la superestructura cultural

del viejo orden” Jorge A. Ramos (1)



Es el momento de reflexionar acerca de la política cultural del peronismo, sus aciertos y errores, ya que debe haberlos habido si ha logrado subsistir a golpes, asesinatos y proscripciones en la vida nacional durante 77 años, pero sin poder transformar o reemplazar el aparato cultural y educativo de la oligarquía.

Cuando Hernández Arregui analiza las causas del golpe del 55 afirma que una de ellas fue “la incomprensión de la clase media, aún dentro del mismo partido gobernante, ante esa política obrerista que hería sus prejuicios…Estas fuerzas martillaron sobre las contradicciones y limitaciones del movimiento, sobre sus accidentes y anécdotas, convirtiéndolas en escándalos morales que influían de un modo difuso y deformante de la realidad en una parte no despreciable de la opinión pública” (2).

Algo tuvo que ver también la política universitaria, ¿Cómo nos explicamos que, habiéndose tomado, al principio, medidas muy positivas como la supresión de aranceles o la eliminación de los exámenes de ingreso, el estudiantado universitario haya sido la base de masas y la universidad “el cuartel general de las fuerzas contrarrevolucionarias como en 1930 y 1945” (3)? El rechazo generalizado en el gobierno por los “ideólogos” terminó dejando la universidad en manos de los grupos nacionalistas más reaccionarios heredados de la revolución juniana, a los que el propio Perón definiera alguna vez como “Los piantavotos de Felipe II” o bien del profesorado más liberal, si la FUBA era liberal y antinacional se le opuso una Confederación General Universitaria (CGU) que, en general expresaba las tendencias fascistoides del nacionalismo aristocrático.

Ramos en la obra antes mencionada analiza, la herencia de la cultura oligárquica, de la siguiente manera “El intelectual pequeñoburgués de la semicolonia, si deseaba sobrevivir como escritor, no podía transgredir una norma de conducta: El peronismo era detestable. Sábato dijo al autor, en aquella época, que el peronismo, con su vulgaridad y sus excesos, era incompatible con el universo platónico del intelectual” (4).

Ahora bien, es sabido que los intelectuales suelen ser refractarios al “desorden” y confusión que generan los procesos revolucionarios, salvo minorías nunca acompañaron, en ninguna parte del mundo, a los cambios o grandes transformaciones, ni a la revolución francesa, ni a Napoleón, ni a la revolución rusa, china o cubana, aman las revoluciones triunfantes pero detestan las convulsiones y dolores de parto de las mismas, Toni Judt nos advierte “los intelectuales no están hechos normalmente de la materia de los héroes” (5).

No debemos cometer el error de reducir nuestro análisis a la voluntad o acciones de Perón en esta materia. El General fue tan grande como la corriente de transformación nacional que puso en marcha, llevó adelante una revolución que dejó impresas en la conciencia del pueblo argentino valores y derechos que aún determinan la vida nacional.

Propongo que depositemos nuestra mirada en los peronistas, o mejor dicho en la dirigencia del Partido Peronista o Justicialista, ya que se supone que era responsabilidad de su dirigencia, ocupara o no cargos ejecutivos o legislativos, el llevar adelante las políticas impulsadas por su líder, esto es muy importante porque nos permitirá hacer un adecuado análisis de las responsabilidades en el debilitamiento del gobierno que permitió la contrarrevolución de 1955.

Raanan Rein y Rosalie Sitman compilan en un libro muy interesante, trabajos sobre el primer peronismo (6), en uno de ellos se hace un análisis de las políticas culturales de Getulio Vargas y de Perón, en el caso del primero se afirma, “ Brasil era a mediados de la década del 30, un país rural sumido en la pobreza, con altísimos niveles de analfabetismo, solo 30 de cada 1000 niños completaba la escuela primaria…con el estado Novo se extiende la ciudadanía (sobre todo en términos psicológicos) a grandes sectores de la población. Intelectuales de las más diversas extracciones ideológicas convergieron en un régimen que se enmarcaba en el proyecto de construcción de un Estado nacional…”

“... Entre ellos sobresalen poetas como Carlos Drummond de Andrade y Manuel Bandeira, los arquitectos Lucio Costa y Oscar Niemeyer, el sociólogo Gilberto Freyre y los pintores Lasar Segall y Cándido Portinari…incluso Graciliano Ramos quién, a pesar de su postura opositora colaboró con la revista del régimen: Cultura Política”.

Pese a que reconocen que las reformas sociales encaradas fueron mucho más tibias que las del peronismo, enfatizan en que “la respuesta de los intelectuales se debió a que solo el Estado podía reunir los recursos suficientes para la implementación de una política nacional que garantizase la educación, la ciencia y la cultura como un patrimonio social…Vargas afirmaba sus esfuerzos de instalar un sentido común y positivo del sentimiento nacional”. Vargas acepta compartir el poder porque comprendía que necesitaba a los intelectuales para construir los símbolos culturales del Estado Novo.

Esto es, el Estado convocó y les dio un espacio muy importante a los intelectuales brasileños, estaba claro que en un país donde nunca había habido un “aparato cultural” ya que no existían consumidores de la obra artística, esta estaba limitada a las élites y no había una clase media que no solo se interesara sino que pudiera adquirir una formación educativa, también destinada a los estratos más altos. Vargas comprendió rápidamente que la reforma del Estado brasileño y la construcción de uno más moderno e inclusivo requería de una “identidad” brasileña, y reconozcamos que tuvo éxito ya que se mantiene hasta hoy.

¿Por qué el peronismo que incluyó a las grandes mayorías populares no solo en la educación primaria sino en la secundaria, técnica y universitaria no desarrolló una estrategia cultural similar? He aquí la pregunta del millón y ante la que encontraremos no solo las más variadas respuestas sino hasta quiénes la niegan.

Diversas interpretaciones, como dijimos, genera este fenómeno, cuando Perón interviene la Academia Argentina de Letras, John William Cooke defiende el proyecto en la Cámara de Diputados afirmando “Si bien el estado se ha desentendido de la cultura, también es exacto que la cultura se ha desentendido de los problemas argentinos y de los problemas del Estado, adoptando una posición de dilettantismo de buen tono, alejado de la realidad argentina”(7), en el mismo artículo del libro antes citado se afirma “Ni la ausencia ni la presencia de una “convocatoria a la intelectualidad” explica por sí misma el rechazo o la adhesión de los intelectuales a sendos regímenes. Como ya se mencionó, en el caso del peronismo el camino se había cerrado ya antes que Perón fuera presidente dado que los intelectuales lo identificaban como un líder fascista”.

Cierto es que en el núcleo de este desencuentro encontraremos que mientras en Brasil no había una clase media que no solo consumiera productos culturales sino que formara parte de ese mismo aparato y que la oligarquía brasileña no abrió jamás la puerta a su conformación, por lo que la convocatoria de Vargas se realiza frente a un desierto y por ende moviliza a sus cuadros intelectuales a sumarse, en el caso de Argentina la nota distintiva es que el aparato cultural de la oligarquía portuaria era un elemento clave de la semicolonia, la misma contracara del modelo económico de subordinación al imperio británico.

Mucho se habla de la particularidad argentina de una fuerte clase media y de un acceso universal a la educación, hecho inédito en América latina, salvo México quizás, aunque no en la misma medida, lo que vemos es el dominio de oligarquías pequeñas en número y dueñas de la tierra, sin desarrollo industrial, desinteresadas por completo de la masa del pueblo no solo sometida a modos semiesclavos de producción, sino, por ello mismo sumida en el analfabetismo y economías de subsistencia.

No voy a volver sobre la conformación de la clase media, especialmente del “medio pelo” como lo denominó Jauretche, sobre lo que he abundado en artículos anteriores e incluso uno específico (8), pero lo cierto es que cuando Perón aparece y se enfrenta con la oligarquía y el imperialismo se granjea el rechazo y hasta el odio no solo de los dueños del poder económico sino de sus intelectuales.

Existían en la Argentina entidades como la SADE, premios nacionales y municipales y hasta cenáculos como la casa de Victoria Ocampo y su revista SUR que determinaban que era y que no era lo culto, la literatura y el arte, en la melindrosa Buenos Aires, con tal de figurar allí los intelectuales y artistas atravesaban las horcas caudinas del establishment literario, no estar ahí era no existir.

Acierta Ramos cuando nos dice “Cuando el peronismo aparece en la vida argentina, toda la inteligencia se había modelado en la tradición oligárquica. Los escritores stalinistas o stalinizantes si bien rendían tributo a la Rusia soviética y a sus subproductos culturales, coexistían en la SADE con los literatos de la revista SUR y los sacerdotes que servían el culto a las formas más exquisitas, evasivas o bizantinas de la esterilidad europea. Aquellos escritores que no habían pactado con la sociedad oligárquica se convertían en “emigrados interiores”, lejos de los focos de la fama, o en expatriados”.

Esta sociedad detecta rápidamente que Perón presenta la identidad obrera y popular de su movimiento como un quiebre total con las élites, al señalar al pueblo como fuente final de inspiración de su doctrina surge rápidamente una dicotomía Pueblo vs. Oligarquía, los intelectuales se alinean rápidamente al lado de la oligarquía y por ende del antipueblo, si antes desconocían el pensamiento y la identidad del “estado llano” ahora lo denigran y lo rechazan.

Volviendo a Ramos, nos dirá “Cuando llegó el momento decisivo, el intelectual se encontró prisionero de ideas que en modo alguno correspondían a las necesidades nacionales. Esclavo de un democratismo carente de médula apoyó a las fuerzas más reaccionarias contra los nietos de Martín Fierro que irrumpían en la escena argentina, le resultaba intolerable aceptar las palabras de Pavese “Los que sabían escribir no tenían nada que decir y los que tenían algo que decir no sabían escribir”.

Para tomar algunos ejemplos acerca de que estamos hablando nos referimos al Julio Cortázar que antes de adoptar la ciudadanía francesa expresó “Abandoné Buenos Aires porque los bombos peronistas me impedían escuchar los cuartetos de Bela Bartok” y ya radicado en París “ Prefiero ser nada en una ciudad que lo es todo a ser todo en una ciudad que no es nada”, años más tarde se conmovió con la revolución cubana y luego con la sandinista, es común esta especie de intelectuales que se conmueven con los sufrimientos de otros pueblos pero ignoran los del propio, otro caso emblemático es Silvina Bullrich quién afirmaba que “París es mi hogar y Buenos Aires mi oficina”, Juan Wilcock y Gloria Alcorta se mudaban a Italia y Francia y adoptaban el idioma de sus nuevas patrias.

Ahora bien, toda la intelectualidad, en masa, ¿Se enfrentó al peronismo?, de ninguna manera.

Podemos afirmar que los hombres más notables de la cultura y las letras nacionales sostuvieron a Perón o al menos mostraron su simpatía por él, Manuel Ugarte, Leopoldo Marechal, Manuel Gálvez, Elías Castelnuovo, Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche, José María Rosa, Arturo Cancela, Ernesto Palacio, Nicolás Olivari, Horacio Rega Molina, José Gabriel y César Tiempo, entre los escritores, Carlos Cossio, creador de la Teoría Ecológica del Derecho y que llegó a debatir con Hans Kelsen en el edificio de la actual Facultad de Derecho, antes de su inauguración, Lucio Moreno Quintana, creador de una escuela del pensamiento en Derecho Internacional, o el mismísimo Carlos Astrada, en el ámbito universitario.

Los poetas populares más célebres como Enrique Santos Discépolo, Homero Manzi, Cátulo Castillo, autores teatrales como Alberto Vacarezza y Claudio Martínez Paiva, también lo acompañaron.

¿Y entonces? El problema es que la política cultural del peronismo consistió en la ausencia misma de una política, de una voluntad de, por ejemplo, reexaminar la cultura aristocrática y la historia liberal mitrista que enajenaban la conciencia de millones de argentinos y los habían llevado a enfrentar a Yrigoyen y al propio Perón.

En segundo lugar si bien surgieron numerosas publicaciones, revistas, libros y hasta editoriales el peronismo no se ocupó de organizar estas instituciones de modo tal que “Los intelectuales reagrupados en torno de la empresa crítica y el gran debate nacional que debía promoverla, encontraran de modo natural un lugar decoroso y retribuido en la nueva República en revolución” (9), a la caída de Perón, muchos de ellos pagaron con el exilio externo o interno y hasta con la cárcel su adhesión al peronismo sin haber tenido la oportunidad de contribuir a conformar un espacio cultural que renovara la educación y el arte a la par de las grandes transformaciones económicas y sociales que el peronismo llevaba adelante.

Poco a poco, el Partido Justicialista se transformaba en esa “corte de adulones y trepadores” como lo definió el propio Perón poco antes de su caída, la intolerancia envió a Jauretche a su casa por haber acompañado a Mercante cuando este cayó en desgracia, Hugo del Carril filmaba una de sus obras más decisivas “Las aguas bajan turbias” mientras el autor del libro, Alfredo Varela, estaba preso por comunista, apenas si las páginas de La Prensa, en manos de la CGT, especialmente de su suplemento cultural dirigido por César Tiempo y Democracia planteaban batalla al predominio de los medios en manos de la reacción, Ramos escribía en sus páginas bajo el seudónimo de Victor Almagro junto a Perón que firmaba como “Descartes” mientras el diputado peronista, José Emilio Visca que presidía una comisión investigadora de actividades antidemocráticas, ordenaba el secuestro de “América latina, Un país”, su primer libro.

No bastaba con instalar libros en la escuela primaria llamados “Evita”, “Obreritos” o “Privilegiados”, que solo sirvieron para irritar a los sectores medios sino se reemplazaban los manuales y textos de los tres niveles de la educación, la historia apócrifa de Mitre y hasta la geografía que apenas si se detenía en el territorio de la patria.

La iniciativa de Vargas en Brasil provocó un movimiento de tal fuerza y profundidad que aún subsiste pese a las presiones globalizantes, mientras aquí las formas culturales más auténticas y populares apenas si sobreviven, y eso pese a que en el tercer gobierno de Perón se hizo un gran esfuerzo que lamentablemente no sobrevivió a su desaparición física. Pero de eso hablaremos en el próximo artículo, último de esta serie.



Bibliografía. -


1)” Adiós al Coronel”; Jorge Abelardo Ramos;Edit. Del mar Dulce; Buenos Aires; 1982.

2)” La Formación de la Conciencia Nacional”; Juan José Hernández Arregui; Edit. Peña Lillo, edic. Del Continente; 2021

3)” Revolución y Contrarrevolución en la Argentina”; T 5 “La era del peronismo”; Jorge Abelardo Ramos; Edit. Peña Lillo; Edic Continente; Buenos Aires;2013

4)Ídem 3)

5)” El primer peronismo”; Raanan Rein y Rosalie Sitman; Edit. Lumiére, Buenos Aires; 2005

6)Ídem 5)

7)Diario de Sesiones; 29 de setiembre de 1950; T IV; Pag 3653

8)” Movimientos nacionales, gobiernos populares y clases medias”; Omar Auton; Revista Escenarios N° 33; Buenos Aires; 2015

9)Jorge Abelardo Ramos; ob cit. En 3)

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