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meridiano20

Construir una auténtica democracia

Por Omar Auton

 

 

   Hace siglos Aristóteles nos legó un esquema de seis formas de gobierno o en realidad de tres y sus deformaciones, las tres formas positivas eran la Monarquía, la Aristocracia y la Politeia y sus desviaciones eran la Tiranía, la Oligarquía y la Democracia, cabe agregar que la Politeia que significa el espacio de lo público, donde converge el Estado y los ciudadanos, constituía una sociedad participativa, por oposición al gobierno de un sólo individuo o de un grupo de ellos que eran las otras dos formas “buenas”, por eso cuando avanza en sus deformaciones incluye la Oligarquía que es cuando el poder se encuentra en manos de un grupo minoritario y la Democracia, en la medida que la entendía como una inclusión tan amplia que podía conducir a la anarquía.

   Dos aspectos quiero señalar: en primer lugar que hoy en día cuando uno usa el concepto de “Oligarquía” suele ser tildado, por ignorantes o superficiales, como “anticuado”. En realidad es muy antigua la definición pero es absolutamente actual si nos estamos refiriendo a que gobierna una minoría ya sea por su fortuna, pertenencia de clase o grupo de familias, característica muy difundida aún dentro de naciones que tienen una organización política republicana en lo formal.

   El segundo aspecto es que mas allá del debate acerca de si la verdadera Democracia es lo que el filósofo definía como “Politeia” y que hay que considerar que esta última estaba limitada a los “ciudadanos”, concepto que excluía a las mujeres, extranjeros o esclavos, por lo que trasladado a la actualidad, Democracia sería el espacio público, de participación del ciudadano en el gobierno y el concepto de ciudadanía es amplio y no restringido.

   Ahora bien, si la Democracia es la forma de gobierno donde el poder reside en el conjunto de los habitantes de un país surge otra pregunta, ¿Quién ejerce ese poder?, si coincidimos que la ciudadanía expresa ese poder “eligiendo” a quienes la representan, deberíamos aceptar que ese mandato es restringido, o sea es para hacer “ciertas cosas” y hacerlas de “determinada manera” o sea que el gobernante no podría hacer lo que se le antoja ni violar el mandato recibido haciendo algo diferente. Es natural y comprensible la delegación del ejercicio del poder en un grupo de hombres y mujeres en sociedades de masas, multitudinarias, donde resulta impracticable la participación directa en el ágora, o espacio público de las ciudades-estado griegas, pero ¿cuáles son los límites y como ejercen los ciudadanos su capacidad de controlar e incluso de revocar ese mandato otorgado?

   Toda esta introducción pretende llegar a otra pregunta, ¿vivimos realmente en democracia? o, dicho de otra manera, ¿la Democracia como forma de gobierno está agotada o en crisis?

   Si aceptamos que vivimos tiempos donde la separación entre el conjunto del pueblo y sus supuestos representantes se agranda día a día, que el contrato electoral entre los ciudadanos y la dirigencia es violado, olvidado y desvalorizado permanentemente surgen dos preguntas: ¿los pueblos no saben elegir? y ¿es necesario recuperar el control e inclusive la posibilidad de revocar el mandato otorgado?

   En general, las oligarquías y los sectores disciplinados a los valores culturales y hasta las modas que estas elites imponen, por el prestigio del poder económico, social y/o mediático, sostienen que es necesario “volver al voto calificado” o sea privar del voto a las clases bajas, que no tengan cierto nivel educativo o una renta anual determinada (recordar que la sacrosanta Constitución de 1853, establecía limitaciones de este tipo para los cargos electivos) o incluso eliminar la obligatoriedad del sufragio. Por caso en la principal (por ahora) potencia mundial y que se arroga ser la abanderada de la democracia, los EE.UU, los representantes, gobernadores y presidentes suelen ser elegidos en comicios donde vota menos de la mitad de la población, ¿puede hablarse de Democracia representativa donde los gobernantes son elegidos por el 25% de la población? (Gana el que obtiene el 51% de los votos del 50% de la población que vota).

   La idea del “voto calificado” se cae a pedazos en cuanto uno se pregunta, ¿quién es el que “califica” quién puede votar?, las respuestas que se obtienen en todos los casos buscan depositar ese poder en quienes comparten la pertenencia a determinado sector de la sociedad, sea que los reúna la riqueza, el poder, la estirpe o el nivel educativo.

   Quizás el problema pasa por como respondamos a la segunda opción. En general, siguiendo a Aristóteles y a la inmensa mayoría de los antropólogos, arqueólogos, etnólogos, etc. la especie humana es “social” ha vivido comunitariamente desde el comienzo de sus días y se ha ido dando, con el paso de los siglos, distintas formas de organización a fin de mantener y mejorar esa vida en común, más allá de lo que diga la escuela austríaca (Hayek), la de Chicago (Fridman) Murray Rothbard y sus epígonos posteriores, los serios o los incalificables como quienes nosotros conocemos y padecemos.

   Por lo tanto Hobbes, Locke, Rousseau y todos los enciclopedistas, analizaron cuales deberían ser las formas de organización de la comunidad y los métodos a aplicar para procesar los conflictos entre los individuos evitando que se rompiera esa vocación de pertenencia, y aunque parezca increíble, seguimos discutiendo lo mismo.

  Los “anarcocapitalistas y los neoliberales extremos proponen lisa y llanamente la eliminación

del Estado o su reducción a la mínima expresión, sin embargo, en la medida que reconocen las asimetrías de poder y de riqueza, lo que, en realidad, proponen es un modelo oligárquico, en términos de Aristóteles, un gobierno de minorías y con el resto de la población sometido a la voluntad de este grupo, clase, familia o como se llame.

   El marxismo también intentó algo parecido, en la medida que proponía la destrucción de la sociedad capitalista, sin embargo no del Estado, del que se proponían apoderar para que la vanguardia reunida en el partido revolucionario, eliminara la propiedad burguesa y pusiera en marcha la “democracia proletaria”, esto, además de convertirse en tiranías, con miles de presos, asesinados, deportados o exiliados, significó la aparición de una nueva clase social, la de la burocracia partidaria enquistada en todo el Estado, rica, con todas las comodidades y el pueblo siguió igual que antes. En Rusia, la nueva “burguesía” surge de los exfuncionarios del partido Comunista, que manejaban las empresas y áreas estatales y que con la caída de la URSS, pasaron de “funcionarios comunistas” a empresarios prósperos.

   Pero, entonces, ¿Es posible construir una democracia, participativa y moderna que supere las alternativas expuestas?

   Me adelanto a decir que sí, que no sólo es posible sino que resulta vital lograrlo si no queremos terminar como en las películas de zombies con una minoría encerrada en sus fortalezas y las mayorías vagando, desarrapadas y hambrientas por todo el territorio.

   Y estoy hablando precisamente de nuestra patria, porque tenemos los antecedentes y experiencias que nos muestren el camino hacia ello. El Peronismo, desde sus orígenes, marcó claramente la existencia de una filosofía humanista, de un capital axiológico nacido en el cristianismo, retomó el pensamiento greco latino como identidad y convocó a recorrer un camino diferente, llamado “tercerismo” para asumir su diferencia con los modelos antes descriptos. Ese camino pone al Hombre (como especie, varón y mujer) como centro, el individuo es el eje, pero no el individuo en términos hobbesianos, sino el individuo en comunidad, porque rechaza la imagen del Hombre como “lobo del Hombre”, y retoma la imagen del ser solidario y consciente que no tiene destino posible sino en el conjunto de sus congéneres.

   El concepto “comunitario” deriva incluso de las formas de organización de los pueblos precolombinos como Mayas e Incas, de los pueblos agrarios europeos, que traen esa concepción cuando migran y llegan a nuestras tierras tanto en la “pampa gringa” como en los centros urbanos, de ellos devienen las mutuales alemanas, españolas (a veces por su procedencia, gallegos, asturianos, etc.) italianas, inglesas, galesas y hasta africanas, ya que teníamos sociedades de Cabo Verde o Mozambique, muchas de las que evolucionaron a hospitales (Israelita, Alemán, Italiano, Británico).

Cuando comienzan las migraciones internas, los provincianos se instalaban, generalmente, en zonas donde ya vivían otros comprovincianos y estos los ayudaban con el terreno, a levantar la casa y hasta a conseguir trabajo en el acelerado proceso industrial iniciado partir de fines de los años 30.

   Para el peronismo el Estado debería constituirse como la organización por excelencia destinada a la realización plena de la vida individual y colectiva, garantizando el acceso de sus miembros al bien común. El Iusfilósofo inspirador de la reforma constitucional de 1949, Arturo Sampay nos dice “ El hombre tiene-es el cristianismo quién trajo la buena nueva- un fin último que cumplir, y no adscribe su vida al Estado, donde como zoon polítikon logra únicamente su bien temporal, si no es conservando la libertad para llenar las exigencias esenciales de esa finalidad, que el Estado resguarda y hace efectiva, promoviendo el bien común en el orden justo.”(1).

   Fracasado el marxismo y ante la exacerbación de un individualismo feroz, consumista y basado en el más absoluto egoísmo, que también va a fracasar, dejando como secuela iguales consecuencias de miseria, pobreza, tiranía, exclusión y muertes, es imprescindible recuperar nuestro camino hacia la construcción de una democracia, comunitaria, basada en nuestra cultura y experiencia histórica, muy parecidas a toda Latinoamérica, en la justicia social y en la armonía social.

   La constitución de 1949 avanzaba en ese sentido, la restauración oligárquica de 1955, obturó el camino y pretendió volver al pasado, igual que Milei y su corte de los milagros esotérica y fanática hoy, ignorando que eso es imposible, lo propio ocurrió a partir del 24 de marzo de 1976, cada vez con mayor dosis de violencia y represión, lo cual resulta lógico en la medida que se pretende acostar a la historia en el lecho de Procusto de la factoría dependiente.

   Los interregnos de Menem y De la Rúa, buscaron lo mismo, las FF.AA habían desaparecido como guardia pretoriana de la oligarquía, llegaba la hora de intentarlo mediante las “formas” de la democracia, sin alterar el statu quo dependiente y eso culminó en diciembre del 2001, con muertos, heridos y una crisis que siguió arrojando argentinos a la exclusión y la miseria.

   Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, no produjeron ningún avance en esto, la sanción de la ley de creación de las PASO fue otro ladrillo en la pared del deterioro del sistema político.

   El camino es, indudablemente, reconstruir un pensamiento auténticamente nacional y situado, que recupere la doctrina peronista y actualice el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional que nos legara Juan Domingo Perón en 1974. Él nos habló de ir hacia una Democracia Social, “Social, por su naturaleza, por su desenvolvimiento y por sus objetivos; libre de preconcepciones dogmáticas y de extremismos. Social, en fin, en un sentido intrínsecamente cristiano”.

   Pero además avanza en lo que llama “datos para la programación institucional” y propone:

-Se concibe al país como un verdadero sistema. En el mismo, el campo institucional estructura el marco y establece las reglas del juego fundamentales de tal sistema en términos jurídicos.

-Se pide al sistema eficiencia social mínima. Para ello la planificación es un instrumento y el gobierno con planificación un método de gobierno.

-El sistema debe funcionar con participación de todos los entes representativos de la comunidad.

-La participación dentro de nuestra democracia social deberá funcionar de una manera real y efectiva. El ciudadano se expresa como tal a través de los partidos políticos, pero también se expresa a través de su condición de trabajador, intelectual, empresario, militar, sacerdote, etc. Como tal tiene que organizarse para participar en otro tipo de recinto, como puede ser el Consejo para el Proyecto Nacional.

-La Democracia Social que deseamos no se funda esencialmente en la figura de caudillos, sino en un estado de representatividad permanente de las masas populares.

   He transcripto esta mínima parte del testamento político de Perón, para que sea simple comprender que el fracaso de la democracia recuperada “en lo formal” en 1983 radica, precisamente en la “cancelación” del proyecto peronista y no como se sostiene, por parte de sus enemigos, de su realización.

   No nos extraña que la oligarquía hoy expresada en el poder financiero, los gerentes locales de las transnacionales, el empresariado globalizado expresado en AEA, su prensa canalla, su aparato cultural y sus partidos políticos, quieran borrar este proyecto nacional. Pero el éxito que han tenido solo es explicable por la complicidad de una dirigencia peronista que en su discurso y acción, mayoritariamente, sólo buscó acomodarse a esta Argentina para pocos y hoy vemos a muchos como prósperos empresarios petroleros o de la energía, asesores de los gobiernos de Macri y Milei, llegando al paroxismo de la aparición de la familia entera de Menem ocupando cargos con Milei o un ex vicepresidente, gobernador de la provincia de Buenos Aires, embajador en Brasil y auto candidateado a presidente en las recientes internas de UxP, asumiendo como funcionario de Milei y ofreciéndose, por ejemplo a pulverizar los clubes de barrio a través de la conversión en sociedades anónimas, no son traiciones individuales, más allá de lo que pensemos de esas figuras, no son más que las ratas que han huido de un barco encallado y a punto de hundirse definitivamente por una dirigencia que lo condujo estos 40 años.

   Ahora bien, en una comunidad organizada, aún con un proyecto de país compartido, siempre van a existir diferentes opiniones e intereses, por ello son necesarios los partidos políticos, fuerzas organizadas en base a programas de acción que expresen las opiniones y propuestas de una parte (por eso “partido”) de la comunidad. Como los tiempos cambian encontraremos partidos que representan expresiones históricas de esa asociación humana y otros que expresan nuevos desafíos o propuestas, debe haber un cuerpo legal que regule su accionar asegurando su democracia interna, su funcionamiento orgánico.

   Nada de esto ocurre hoy, las elecciones internas son amañadas o no existen, los locales partidarios permanecen cerrados durante la mayor parte del año, no hay formación de cuadros.

No existen las plataformas de gobierno, nadie sabe de dónde salen los fondos para campañas y acciones o actividades habituales y mucho menos, salvo por trascendidos, donde viven y de que viven sus dirigentes. Hoy día, en primer lugar por la “mediocracia” (la política definida a través de los grandes medios de prensa) o la “infocracia” (la política definida a través de las apps y redes) el pueblo no delibera ni gobierna, es más ni siquiera es escuchado o siente que algún dirigente le habla.

   Los deportistas, “influencers”, empresarios, hoy olcupan las candidaturas dado que por su presencia en multimedios o redes suele ser “conocido”, no es necesario “instalarlo” en la consideración pública. Aquí se expresa la podredumbre de la democracia partidocrática, los auténticos líderes o conductores no necesitan ser “Instalados” a través de los medios, nacen, provienen del pueblo profundo, lo conocen y lo representan, seguramente hoy existen, pero el sistema se encarga que su voz no llegue a los medios masivos.

   La Democracia Representativa ha cedido su lugar a la Democracia Delegativa, los candidatos son votados y una vez electos pueden hacer todo lo contrario de lo prometido en campaña, cambiar de partido, abandonar sus propuestas de gobierno en aras de un “pragmatismo” desvergonzado, los partidos son una maquinaria de generar empleos, de concejal a intendente, de ahí a diputado o senador provincial, de ahí a diputado o senador nacional, si la suerte acompaña se puede llegar a ministro, secretario, subsecretario o director (nacional, provincial o municipal), alrededor pululan, asesores, empleados, etc.

   En el 2015, la elección parecía polarizarse entre el Frente para la Victoria y el PRO, la UCR advirtió que eso lo dejaba afuera de todas las posibilidades mencionadas y corrió a ofrecerse a Macri como aliados, aunque para ello tuvieran que traicionar el mandato de su último líder, Raúl Alfonsín; sin por ello ocultar sus retratos o dejar de mencionarlo en sus discursos. Hoy muchos “peronistas” lideran partidos provinciales, vecinales o bloques federales por las mismas razones. Es tal la decadencia que como la ley exige que para armar una alianza o frente electoral deben formar parte partidos con personería, algunos “vivillos” han inscripto a su nombre partidos que ya no existen en la realidad, pero que “legalmente” aún conservan la personería y la venden al mejor postor en cada elección. Incluso como son los que pueden cobrar los fondos estatales para las campañas electorales o imprimir boletas, ha habido dirigentes ingenuos que fueron “mejicaneados” por sus “socios”.

   Si queremos reencontrar el camino de una democracia de verdad, que nos permita recuperar la esperanza y la confianza en un futuro mejor es necesario reconstruir la representación política y si bien esa es una tarea nuestra, de los militantes y activistas de cada fuerza política, me atrevo a señalar decisiones políticas conducentes a eso, a riesgo de generar la ira y la cancelación de gran parte de mis conocidos y quizás de algún amigo.

   Los puntos que quiero proponer para el debate son:

 

1) Dar de baja todos los padrones (inflados y “truchos” en gran parte) y disponer una necesidad de reafiliación fiscalizada por la justicia electoral, estableciendo porcentajes actualizados para tener personería política distrital, provincial y nacional.

2) Dar de baja las personerías de todas aquellas fuerzas políticas que en las dos últimas PASO no hayan superado los mínimos exigidos para presentarse en elecciones generales, tanto los frentes y alianzas como los partidos que los conformaron.

3)Derogar la ley de PASO

4) Una nueva ley de partidos políticos que establezca:

a) Obligatoriedad de elecciones internas, por voto directo, secreto y obligatorio de sus afiliados para cargos partidarios y electivos a nivel nacional, provincial y municipal, elección por sistema D’hont.

b) Incompatibilidad de cargos partidarios y cargos ejecutivos de gobierno.

c) Obligatoriedad de presentación de plataformas de gobierno en cada elección.

d) Revocación de los cargos en caso de incumplimiento de los compromisos electorales.

e) Prohibición de recibir fondos de entidades privadas nacionales e internacionales. En los casos de aportes a campañas electorales deben ser a través de cuentas bancarias en bancos oficiales y con identificación de los aportantes, esto queda prohibido para elecciones internas.

 

   Para el Partido Justicialista, como peronista y afiliado considero que debe volverse a la integración por ramas, Política, Mujer, Sindical, Profesionales y Técnicos, con una integración mínima de un 30% de menores de 35 años en cada una de ellas.

 

 

(1)” Una Constitución para la patria libre, justa y soberana” Arturo Sampay, pág. 91 y sigs.

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